La primera vez que se presentó una marcha silenciosa fue en 1948 cuando el liberal colombiano Jorge Eliecer Gaytán reunió a más de 10 mil compatriotas, quienes recorrieron las calles colombianas, en protesta por los atropellos que cometía el gobierno conservador de Mariano Osfina (1946-1950). Fue un silencio profundo por esas represalias. En México, es histórico el realizado en 1968, encabezado por el rector Javier Barros Sierra. Ahora, el poeta y escritor Javier Sicilia lidera este movimiento, que recorre los 90 kilómetros que median entre Cuernavaca, Mor., y la Ciudad de México. El silencio es más elocuente que las palabras, sostienen los textos clásicos. Se recurre a esta medida cuando los gobiernos hacen oídos sordos a los reclamos sociales y tiene la virtud de que el paso ciudadano calla la voz de la metralla, en este caso, en particular. «Vámonos a la Ciudad de México», fue la arenga lanzada por Sicilia, cuyo hijo fue torturado y asesinado en marzo, junto a otras seis personas presuntamente por narcotraficantes. Los manifestantes exigen a los cárteles que cesen sus cruentas disputas por el tráfico y el mercado de las drogas y reclaman al gobierno replantear su estrategia militar para combatir al crimen organizado y que haga justicia con los crímenes.»El Ejército, hay que ser realista, tiene que volver a los cuarteles aunque no puede ser de la noche a la mañana porque si no nos quedamos frente a estos» (los narcotraficantes), dijo Sicilia en conferencia previa a la marcha. A Sicilia lo acompañan varios personajes de la sociedad civil, el obispo de Saltillo, Coah., Raúl Vera, activistas y familiares de víctimas de la violencia, además de ciudadanos llegados de diferentes puntos del país.
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