En México, a diferencia de la cultura judeo-cristiana donde la víbora es símbolo de maldición, aquí, por el contrario, su presencia tuvo carácter divino. Tan es así que Quetzalcóatl, la máxima deidad del Altiplano nacional, es una serpiente emplumada. Se escogió este símbolo por su extensa variedad que existe en el territorio nacional. Su número se eleva a 43 especies, entre las que sobresalen cascabeles, cantiles, toritos y nauyacas.
De estas últimas existen arborícolas y terrestres, cuyas características son tener un par de orificios respiratorios y uno de focetas termosensibles que les sirven para localizar a sus presas que, por lo general, son de sangre caliente, aunque también consumen lagartijas y ranas. Las terrestres tienen escamas en la cola, que está partida, su tamaño va de 50 centímetros a un metro y su color es moreno claro a grisáceo con marcas pardas oscuras a la mitad, en el lateral de su cuerpo y en forma transversal.
Estos ejemplares habitan en Guerrero y San Luis Potosí de donde se desplazan hacia el centro del país, lo que indica que la Serpiente Emplumada de los aztecas, que más tarde formó parte del Lábaro Patrio, la identificaron con esta especie que significó la guía de la gran cultura que se levantó en la gran Tenochtitlán y creó un pueblo guerrero que dominó el Valle de México y conquistó a sus vecinos.
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