Ella

Golondrina. Acrílica sobre cartulina 29.2 x 26.0 centímetros.

Carne de tierra, sangre de río, llanto de tuna, aroma de cacao y el perfume de la leña en los afanes cotidianos.

Suave la piel color de barro, dureza de ahuehuete sus dedos templados entre el huizachal; caracolas son sus verbos, plumas radiantes sus telas; el negro de la obsidiana replica en sus ojos con el aleteo de mariposas en los velados parpados, reina el colibrí en el botón de sus labios, en su aliento el aroma a dulce guayaba o con el rico sabor a cacahuate tostado y es largo el asidero oscuro de sus trenzas para enredar un anhelo de soles brillantes.

De Ocotal sus piernas, algodonado el pecho, luna variable el rostro con el canto del tzentzontle y, semejante al quetzal la gracilidad de su sueño. Octli santo es su llanto en el universo estrellado de su boca donde recrea las hogueras distantes, visibles u ocultas: si sonríe, cuando suspira.

Su voz es cálido viento para animar al jilote, fresca la noche lluviosa en la desembocadura del alma, cantera adornada con chía que lleva en su cúspide una melena es sahumerio de flores.

Cuatro rumbos marcan el inquietante vaivén de su enagua bordada pacientemente y con el hilo rojo, el negro, el blanco y el azul, y, a la altura del ombligo, la innúmera tonalidad del verde cubre el ocelotl cobrizo ¿lago de vida, río de esperanza? donde lleva otro corazón que adornará su paso con las plumas radiantes del águila.

Su nombre de flor es conjuro, su corazón es pálpito de estrella al amanecer y latido acompasado de la tarde a la noche donde guarda el chirriar de los grillos, el afán de la hormiga y el croar en las aguas.

Madre/hermana de su suelo y cuando a su imagen sea traza reseca, duplicadas las grietas profundas por la edad y el olvido, del engaño y las traiciones, surcada con las penas, ausencias y lejanías, conservará la belleza natural, la verdad transmitida a otra estatua de barro con nombre floral.