El Presidente Felipe Calderón tuvo la fortuna de ser el Presidente de México en la senda del tiempo y caerle en las manos de su administración el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Conmemoración y fiesta popular. Oportunidad de construir y crear para la historia la obra mayor de cultura, plástica y arquitectónica. Superar el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes o el Monumento de la Revolución, levantados en el Gobierno de Porfirio Díaz. Pero ni en esto lo logró.
Aprobó muchos programas y para ello millonarias sumas de dinero. Desde libros y revistas, que no tienen rendimiento de cuentas y ni constancia de cumplirse con la distribución y entrega nacional a la ciudadanía. Aprobó y puso en marcha, con la llamada primera piedra, de monumentos arquitectónicos, como el de La Estela de Luz, subliminal fue su definición. Eso aprobó el Presidente Calderón. Y usó su poder de nombrar al responsable, o encargados, de esas obras. Y también en eso se equivocó. Pasaron varios. Junto con ellos marcharon millones de pesos. Uno tras otro cambió. Y tuvo la ocurrencia de nombrar a Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, sin antecedentes y sin trayectoria educativa. Y le dio el encargo de la historia, La Estela de Luz. Doble fracaso. Pero los dineros salen a chorros; de 200 millones de pesos, pasó 400 y ya llegó a mil millones, la construcción que algún día se terminará. Es el saqueo. Lujambio quiere ser candidato presidencial del PAN.
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