Opinión

ATISBOS

El Presidente guerrea como en campaña

Rafael Cienfuegos Calderón

Ser presidente de la República facilita la venganza personal y es cobijado con el manto de la impunidad para atacar, amenazar y perseguir a enemigos, oponentes, críticos, detractores y todos aquellos que, con razón o no, responsabilice de sus fracasos políticos de años pasados. A ello se debe, tal vez, que el padre de la Cuarta Transformación difame, arremeta, descalifique, acuse, agreda, injurie, insulte, intimide y descargue su ira en el circo mediático de las mañaneras contra políticos, empresarios no alineados, consejeros y magistrados electorales, medios de comunicación, columnistas, analistas, feministas, cabezas de organizaciones civiles y quien lo cuestione, contradiga, rechace y se oponga, por ejemplo, a su reforma política electoral. Previo a la marcha del día 13 por la defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) el Presidente  soltó (lunes 7) a los convocantes adjetivos como rateros, hipócritas y deshonestos; el martes, los calificó de “corruptazos”, “cretinos” y “faltos de ética moral”, y acusó que en los fraudes de 2006 (cuando alega le robaron la presidencia) y de 2012 (que afirma perdió la elección por anomalías) “el INE no hizo nada”; el miércoles, los tildó de “aspirantes a fifís”  y “lambiscones” que buscan quedar bien con los “machuchones” que además de ser conservadores son “racistas”, “clasistas” y “simuladores”. Para no perder el hilo, el jueves siguió y llamó “orgánicos” a algunos intelectuales que dice avalaron fraudes electorales con publicaciones y manifiestos y ahora se disfrazan de demócratas, lo que es “un acto de cretinismo”. Y, el viernes, atacó a José Woldemberg (primer presidente del órgano electoral ciudadanizado, el IFE) designado orador único en el mitin de la marcha dominguera, por formar parte del grupo oligárquico que quiere volver por sus fueros, y se quejó de que en sus tiempos de opositor los medios no daban cobertura a sus marchas y a esta sí. El Presidente exhibe a quienes considera sus enemigos guerreando, generando violencia política como si estuviera en campaña sin razonar sobre la polarización que ocasiona entre las clases política, económica y social en su conjunto, entre su llamado “pueblo” y los ciudadanos, que a través de las redes sociales, pláticas de café y/o familiares toman partido. Todo, por una reforma político-electoral que no le hace falta para ganar la presidencia de la República en 2024 dado que casi todos los sondeos de opinión dan mayoría a su movimiento-partido y su popularidad y arrastre político favorecerán a la corcholata que decida destapar. Empero, sin embargo, el cambio a modo de la política electoral le sería útil para vengarse de la institución que por antidemocrática y estar al servicio de la oligarquía –dice- impidió que hace 16 años fuera presidente. Afirma que la venganza no es lo suyo, pero el afán con que ataca al INE y sus consejeros, marcadamente al presidente Lorenzo Córdova,  muestra que no es así porque el rencor le gana. Cambiar la estructura del INE, imponer autoridades electorales y manipular desde el gobierno las elecciones futuras sería, sin embargo, la más satisfactoria venganza para un presidente que se victimiza como el político más defraudado de México. Por cierto en la mañanera de un día después de la marcha por la defensa del INE (como era de esperarse) dijo que las personas que participaron están en contra de la transformación que impulsa y no son demócratas.

Acerca de Juan Carlos Machorro

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