Cuando Mary Quant revolucionó la moda inglesa con la invención de la minifalda o los Beatles cambiaron la música británica, nunca pensaron que participaban en la cimentación de un nuevo orden mundial.
En Francia, las voces de Jean-Paul Sartre y de los estudiantes de la Sorbona fueron otras caras de ese cambio, que siguió en los Países Bajos con Erick El Rojo. En Estados Unidos enraizó en universidades de Nueva York y en la de Berkeley.
Igual sucede ahora con los “indignados”. Jóvenes hispanos que iniciaron su movimiento del 15-M jamás imaginaron que trascenderían las fronteras españolas y que ahora esté en ciudades de más de 80 países, incluyendo Nueva York.
El movimiento buscaba en sus orígenes un lugar para los jóvenes en el mercado laboral ibérico, país que registra un desempleo juvenil del 46 por ciento, el más alto del mundo.
Por ello, el blanco de sus ataques fue el gran capital, que poco a poco fue modulándose hasta centrarse en las instituciones financieras, y diversificándose a otras manifestaciones de ese poder, como en Chile, donde la defensa del Medio Ambiente ocupa un papel relevante.
Las instituciones financieras las sitúan como las grandes depredadoras de la Naturaleza, en general, y no les falta razón.
Según la revista Newscientist, un análisis realizado por especialistas de la Escuela Politécnica Federal de Zürich (ETH), en Suiza, sobre 43 mil corporaciones transnacionales (CTs) reveló que un pequeño grupo de organizaciones, sobre todo bancarias, cuentan con un poder desproporcionado sobre la economía global.
El análisis descubrió que existe un núcleo de 1 mil 318 corporaciones que interbloquean las posesiones generales. Cada una de ellas tiene lazos con otras dos o más corporaciones, aunque de media están conectadas con un total de 20, reúnen el 20 por ciento de los ingresos operacionales globales que poseen colectivamente, a través de sus participaciones, la mayoría de las acciones y fábricas del mundo –la economía real-, con lo que acumulan más de 60 por ciento de los ingresos globales.
Los investigadores Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston, realizadores del estudio, constataron que existe una “súper entidad”, formada por sólo 147 corporaciones muy cohesionadas entre sí. Las posesiones de cada una de ellas son sostenidas por el resto de los miembros de esta súper entidad, que controla 40 por ciento de la riqueza total de la red.
Un aspecto esencial del mapa del monopolio económico del mundo muestra que este tipo de redes nucleares son inestables: “Si una de las empresas que la componen tiene problemas, éstos se propagan”, explica Glattfelder. El colapso financiero de 2008 demostró esta inestabilidad.
Según los científicos de Zurich, la gran pregunta es si el poder político puede ejercer autoridad sobre las corporaciones. De cualquier manera, los cambios para resistir a la estructura de la red económica global son de interés común.
Por lo cual proponen gravar los movimientos de estas instituciones, propuesta que retoma la iniciativa “Robin Hood ambiental”.
Sustituyen redes sociales a líderes
En el 68 fueron líderes que ocuparon las calles quienes detonaron el movimiento a nivel mundial; ahora, las redes sociales cumplen ese cometido, con creces.
Esta simultaneidad del descontento social global se ha podido dar, en parte, por el uso de herramientas de comunicación a través de Internet. Lo que provoca el uso de «hashtags» en Twitter y «likes» en Facebook, es una especie de telaraña global donde la causa de Camila Vallejo, lideresa del movimiento estudiantil en Chile, está en sintonía con la campaña por la liberación de Bradley Manning, el supuesto informante de WikiLeaks, y con el liderazgo que demostró Wael Ghonim, el héroe visible de la revolución egipcia, expone la revista digital “Indigo”.
Es el caso del OccupyWallStreet que surgió como una idea antisistema de la revista canadiense Adbusters, de marcada tendencia anticorporaciones y anticonsumo. El llamado a la protesta, hecho de manera transparente, ponía como ejemplo el «despertar» de la sociedad en otras partes del mundo, en específico, la Primavera Árabe.
El Robin Hood ambiental
En vísperas de la reunión de los líderes del G20, en Francia, del próximo fin de semana el mundo se levanta y demanda a los líderes del G20 aplicar, de inmediato, el impuesto “Robin Hood” del 1 por ciento en todas las transacciones financieras y de cambio de divisas.
“Mandémosles un mensaje claro: queremos que le bajen algo al ritmo de los 1.3 billones de dólares (mil 300 millones de dólares) de dinero fácil que está dando vueltas alrededor del casino global, día con día, lo que sería suficiente para financiar todos los programas sociales e iniciativas ambientales a nivel mundial», dijeron los organizadores de esta iniciativa global.
Detrás del Impuesto Robin Hood están líderes como Nicolas Sarkozy, Angela Merkel y José Luis Rodríguez Zapatero; empresarios como Lord Turner, George Soros y Warren Buffet; economistas como Joseph Stiglitz, Paul Krugman y Jeffrey Sachs, y, según su sitio, más de 256 mil «amigos» de Facebook y más de 115 organizaciones, como Oxfam.
La idea es sencilla: aplicar un impuesto del 1 por ciento a todas las transacciones financieras y operaciones de cambio de divisas que se hacen en el mundo para crear un fondo global que combata la pobreza y el Cambio Climático.
El éxito de los movimientos de los “indignados” españoles y los cientos de «Occupy» se podría medir con base en la aprobación de ese impuesto que genere fondos para programas globales de asistencia social y preservación ambiental.
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