Los bosques templados, como los de oyamel, pino y encino, también se han perdido por completo en algunas zonas, principalmente en el centro del país. En el 2002, se habían desmontado cerca de 27% de su superficie original. Por su parte, la vegetación de las zonas áridas, una de las más representativas de nuestro paisaje, conservaba para el mismo año 77% de la superficie original.
No todas las selvas, bosques y otros ecosistemas que aún podemos ver en nuestro país, están intactos. Puesto que en muchos de ellos se extraen recursos (madera, tierra de monte, ejemplares de plantas o animales, etc.) o se cría ganado están degradados o, como lo llaman los científicos, en estado secundario. Esta condición hace que pierda, al menos, una parte de la biodiversidad que podrían albergar en condiciones óptimas, así como que sean menos susceptibles a recuperarse de fenómenos naturales que los afectan, tales como huracanes, plagas e incendios, entre otros. En el mundo, la FAO considera que alrededor de 36% de los bosques remanentes están en condiciones prístinas, de los cuales cada año se pierden o alteran, desde 1990, aproximadamente 6 millones de hectáreas. En el caso de México, de las selvas remanentes sólo 35% de su superficie se considera primaria o sin deterioro evidente 65% de los bosques, 92% de los matorrales (aunque en este caso podría ser menor el porcentaje pero es más difícil detectar si ha sufrido perturbaciones) y 61% de los pastizales.
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