Andrés Manuel López Obrador, candidato a la presidencia de la República por la coalición que integran el PRD, el PT y el Movimiento Ciudadano, convoca a la institución de una república amorosa. A unos días del término de la Pascua, aún imbuido por el sentimiento cristiano, reconozco, si llegara a la presidencia y llevara adelante su proclama, abonaría al camino del mártir del Gólgota: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; que como yo os he amado, así también os améis unos a otros” (Juan 13 34)
Sí. El camino del amor conduciría a destinos mejores. A la familia, a la comunidad, a la nación, a la humanidad entera. Tan necesitado estamos todos de ello.
Oportuno el llamado de Andrés Manuel cuando muchos lo ubican en los terrenos de la ira. Es mi caso. Lo recuerdo a mi llegada a Villahermosa, en 1994, a donde fui a comisión de trabajo. Lo vi por primera vez en imagen televisiva en su condición de candidato al gobierno de Tabasco. Los presentaron a él y a Juan José Rodríguez Prats, abanderado del PAN entonces en la contienda electoral de aquella entidad. Su expresión de enojo me hizo suponer que se trataba de un hombre con severos problemas emocionales. Después, en conversaciones con tabasqueños del medio, me enteré de que su actitud era consistente: un día aparecía iracundo, y otro también.
Hoy vemos a un López Obrador diferente. A un candidato que ofrece su mano de reconciliación lo mismo al “presidente espurio” que a quien lo llevó a un juicio de desafuero, a quienes lo calificaron como un peligro para México en la contienda electoral del 2006.
Qué bueno. El camino a la presidencia de los mexicanos todos no se construye con rencores, sino con propuestas de trabajo para todos, de oportunidades de educación para todos, de rescate a PEMEX de la corrupción, de asfaltado de vías de acceso a una buena cantidad de municipios de México, de recuperación de recursos financieros para la construcción de presupuestos sanos a través de reducción de exceso del gasto corriente por pago de sueldos y prestaciones a servidores públicos, superiores.
Por esa vía el hombre, que ha llevado adelante una campaña por la presidencia de México, desde el 2005 hasta la fecha de la elección de hace seis años, para luego pasar a precampaña de julio del 2006 al 2012, de acuerdo a la normatividad contenida en el Código Federal de Instituciones Políticas y Procesos Electorales, COFIPE, y de nueva cuenta a campaña, seguramente superará los resultados de encuestas que hoy lo colocan en tercer lugar en las preferencias.
En el proceso electoral federal para la presidencia de México anterior, él se encontraba adelante con más de 10 puntos. Por esa razón no asistió al primer debate con Roberto Madrazo, Felipe Calderón y Roberto Campa. No tenía por qué hacerlo si era el puntero con una diferencia mayor en las preferencias señaladas por las encuestas.
Por cierto, y ya que de colocación se habla, no debe haberle sido muy grata la sugerencia de “la jefa” en el sentido de que el debate sea entre los dos primeros lugares, porque obviamente no cuenta al abanderado de las izquierdas en la hipótesis. Por lo pronto ya Gabriel Quadri, reclamó, no hay por qué discriminar a ninguno de los contendientes.
Sin embargo, Andrés Manuel no incurrirá en enojo. Habrá de referirse a la candidata panista con el mismo comedimiento con que lo hizo en ocasión de su mareo en tribuna en días pasados. Todo sea a favor del amor al cual convoca.
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