A partir del 1 de diciembre, Enrique Peña Nieto asumirá la jefatura de Estado y de gobierno. A partir de ese momento desplegará con la mayor amplitud e intensidad los recursos del poder público, federal, que la Constitución prescribe. Nada más que eso. Pero tampoco nada menos.
En sus propuestas y sus acciones, anunciadas, realizadas y en proceso de ejecución, desde que aparece en el horizonte político de la nación, muestra los valores en los cuales soportará su gestión gubernamental: vocación, disposición, experiencia, capacidad de convocatoria, tolerancia, apertura, entendimiento y conocimiento de la función pública, compromiso, lealtad a México y a sus instituciones, apego a los principios fundamentales de su organización partidaria.
Acaso el ahora presidente electo acuse limitaciones e insuficiencias. Pudiera ser, sus adversarios que no enemigos porque no los tiene, él no reconoce a alguno pero si alguien quiere ostentarse como tal es su asunto.
Enrique Peña Nieto, jefe de gobierno. Como tal será responsable de la conducción de la administración pública federal. Del diseño y ejecución de las políticas públicas que habrán de contenerse de manera general en el Plan Nacional de Desarrollo y en los programas sectoriales. En el largo proceso de espera entre el resultado de la elección de presidente de la República y la toma de posesión, el mexiquense ha presentado algunas de sus propuestas para la construcción de un país mejor armado para caminar con rumbo al bienestar de las mayorías entre las que aparece como de mayor aliento la de un combate eficaz a la corrupción en el gobierno federal, pero también en el de los estados y los municipios.
El asunto no es menor. La relación más cercana entre gobernantes y gobernados se encuentra entre las instancias de gobierno municipal y estatal, jefatura de gobierno y delegaciones en el caso del Distrito Federal, y las comunidad. Así, si la transparencia, la rendición de cuentas, la fiscalización, la participación ciudadana son exigibles en cuanto a las acciones del gobierno federal, más significan esas condiciones en el caso de los locales.
Resulta ofensiva para las comunidades municipales la frecuente ostentación de abuso y prepotencia de gobernantes en esos órdenes. La gente se da cuenta, porque padece sus consecuencias, de omisiones, acciones fallidas, ineficiencia, ineficacia, insuficiencia, desviaciones, malversación de recursos presupuestales, de mal diseño de políticas públicas, perpetradas lo mismo por parte de quienes ocupan los cargos públicos en la cúspide de la pirámide que se trate que por quienes forman en sus bases. Basta asomarse a las ventanillas o escritorios de atención ciudadana para apreciar el trato que se brinda a la mayoría ciudadana.
Enrique Peña Nieto de manera explícita o implícita ofrece una gestión con los cambios necesarios para una mejor administración pública en los tres órdenes. ¿Que sólo es de su competencia el ámbito federal? Ya lo veremos. Su disposición a un liderazgo nacional efectivo nos llevará a formas diferentes de gobernar.
Larga es la espera para asumir la responsabilidad de la titularidad del gobierno federal. Pero se trabaja arduamente en la preparación del cambio mientras el presidente electo realiza viajes a Centroamérica y América del Sur, a Europa y pronto a Estados Unidos. Sostiene encuentros con jefes de Estado y de gobierno a quienes habrá de igualarse, protocolariamente, a partir de diciembre.
Ese acercamiento permite la construcción de formas de comunicación cuya efectividad habrá de confirmarse en las relaciones bilaterales y en los organismos multinacionales en los que México participa. Por lo que se ha visto Enrique Peña Nieto apunta para constituirse en un jefe de Estado con capacidad para llevar a la nación a una mayor y mejor presencia en los espacios de su actuación internacional. Eso es algo de lo que hemos perdido con los últimos gobiernos. Nuestro país habrá de recuperar la jerarquía que le corresponde de acuerdo a su peso económico y a los valores en los que fundamenta su desarrollo.
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