Los gobernados tienen una interacción continua, cotidiana, con los gobernantes y sus agentes. Son agentes de éstos todos cuantos integran el complejo de servidores públicos con quienes nos encontramos en el hacer diario: el barrendero, el recolector de basura, el policía de la esquina o el patrullero, el agente de tránsito, el empleado de la ventanilla donde pagamos impuestos o derechos, servicios. El funcionario que recibe nuestras quejas, si las hay, o el que da seguimiento a trámites cualesquiera, el que atiende nuestras peticiones. Los jefes de todos ellos y los jefes de los jefes hasta llegar a la cúspide de la pirámide desde donde despachan el presidente municipal, los jefes delegacionales, el presidente de la República, el jefe de gobierno del Distrito Federal o los gobernadores. Parecido, no igual, se puede decir de magistrados y ministros de los poderes judiciales de las entidades federativas y la federación, como también de los legisladores, federales y locales.
En la relación de servidores públicos presentada, muy limitada, sólo es una muestra, se menciona a servidores públicos con quienes usted tiene la suerte (buena, peor o mala) de tratar en el diario devenir. Esa relación puede ser tan grande como grande sea el conocimiento que se tenga del entramado, o los entramados de gobierno, considerados tres poderes y tres órdenes, con el cual se relaciona.
Al margen de los sistemas institucionales de evaluación, que realizan la Secretaría de la Función Pública, las Cámaras de diputados federal y locales a través de los órganos de fiscalización superior, entre los que se encuentra la más emblemática, la Auditoría Superior de la Federación que bien encabeza Juan Manuel Portal, usted puede calificar a todos o cada uno de los servidores públicos que, permítase la repetición, le sirven o debieran hacerlo: desde el presidente de la República hasta el último de los empleados de la jerarquía administrativa de que se trate.
Intente un ejercicio lo más objetivo posible y califique la actuación de los servidores públicos de su entorno, próximo, distante o remoto (el más remoto, por la forma, el presidente de la República), de quienes gobiernan.
Tome a un legislador. A un diputado federal, por ejemplo. Sígalo a través de los medios a su alcance: la página web de la Cámara de Diputados, el Canal del Congreso, la página del grupo parlamentario al cual pertenece; el micrositio de las comisiones, comités, o grupos de amistad con parlamentos de naciones del mundo. De ser posible asista a sesiones del pleno de la Cámara o a reuniones de comisión, acuda a los foros donde el legislador participe. Desde luego cuenta con los medios de comunicación impresos y electrónicos, con el internet; si usted teclea el nombre de la persona en cuestión aparecerá cualquier cantidad de información sobre su trabajo. Lo encontrará en las páginas políticas, en crónicas de sociales, en “revistas del corazón”, y en ocasiones, muy pocas por fortuna, en páginas policiacas.
Para tener una visión más completa sobre el trabajo del legislador escogido acuda a los observatorios ciudadanos que sobre la materia existen. Benito Nacif, cuando era académico del Centro de Investigación y Docencia Económica, tenía uno a su cargo desde donde nos obsequiaba un espléndido trabajo de análisis legislativo. Para bien o para mal hoy es consejero en el IFE, y nos perdimos de aquello que tan bien hacía. Claro, también es importante ir a quienes lo eligieron para hacerlo representante popular y preguntar cómo ha sido su desempeño.
Con la información que obtenga podrá hacer un juicio del trabajo del diputado o diputada (o de cualquier servidor público) lo cual le permitirá, aprobarlo o reprobarlo, y no sólo eso, sino también aprobar o reprobar al partido que lo postuló.
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