El triunfo de Mitt Romney en la elección presidencial de Estados Unidos no me genera mayores esperanzas. ¿Cómo…? Ah, me aclara un compañero de sala de redacción que no ganó Romney. Barack Obama consiguió la reelección. Bueno, Obama, o Sarah Palin, o Ed McBain, o Arnold Alois Schwarzenegger, o Al Gore, o Hilary Clinton, o Ross Perot, o Simpson (Homero, aunque podría ser Bart), o John Kerry.
Finalmente quien presida el ejecutivo norteamericano será un mandatario acotado. Sumamente acotado. Primero por un Congreso que no tiene plenamente a modo. En el Senado con mayoría demócrata. En la Cámara de Representantes con predominio Republicano. Los resultados de esta realidad la hemos visto en la iniciativas sobre salud, educación, migrantes, aborto, homosexualidad, matrimonios (o como se llamen) de personas del mismo sexo. De control al comercio de armas automáticas ni hablar. Pero también están los estados. Los que establecen legislaciones francamente homofóbicas frente a las cuales poco puede hacer el gobierno federal.
Sí, el Congreso y los estados, en virtud de un federalismo más acabado toman determinaciones orientadas por una participación ciudadana cuyos alcances estamos mirando en el proceso electoral concurrente con el presidencial. Se votan iniciativas ciudadanas que lo mismo tienen que ver con cuestiones de aceptación de la homosexualidad que con despenalización de algunas formas de uso de la mariguana, también sobre tratamiento a indocumentados, que no a ilegales como los llama Mitt Romney.
No. No sólo son las instituciones gubernamentales formales, sino los poderes fácticos, esos sí con poder determinante en la conducción de políticas públicas, entre ellos corporaciones empresariales, agrupaciones religiosas, organizaciones no gubernamentales. Recuérdese el caso de la veda a nuestras exportaciones de atún por el problema de pesca incidental de atún, que tuvo como escenario determinante el estado de California.
Sobre asuntos de alta sensibilidad tendrá que tratar Enrique Peña Nieto una vez que asuma la presidencia de la República. Desde ahora se tienden puentes de comunicación para avanzar en temas como el migratorio, la seguridad transfronteriza, el tráfico de armas, un creciente proteccionismo comercial, sobre todo en productos perecederos a los que se imponen barreras fitosanitarias que disfrazan las verdaderas intenciones promovidas por productores agropecuarios.
Enrique Peña Nieto es heredero de una tradición de manejo del puerco espín con habilidad y sabiduría. Benito Juárez tenía conocimiento pleno de lo que iba a ocurrir con el Tratado McLane Ocampo, por más que se diga lo contrario. Juárez fue un presidente patriota sin duda. Porfirio Díaz no era un mandatario a modo de lo que querían allende las fronteras como tampoco lo fue Madero. Vamos ni siquiera Victoriano Huerta, proclive a los alemanes. ¿Venustiano Carranza? Tampoco se sometió a la voluntad norteamericana. Ni Calles ni Obregón. En todos ellos la cuestión petrolera fue manejada de manera conveniente a los intereses mexicanos. Ni qué decir de Lázaro Cárdenas.
Más acá, Adolfo López Mateos no acató “sugerencias” de romper con Cuba de Fidel Castro. Díaz Ordaz, mantuvo la relación con la isla caribeña, se opuso al golpe de estado contra Juan Bosch, no aceptó participar en la aventura del la fuerza interamericana en República Dominicana, no se alineó al lado de Israel, contra los países árabes, en la Guerra de los 6 días, y no rompió con Cuba. El presidente Luis Echeverría desarrolló una intensa política contra afanes hegemónicos de cualquiera de los dos bloques en la guerra fría, desarrolló una intensa labor de defensa de los intereses de los no alineados. Vamos, Vicente Fox tuvo el buen tino de someterse a una intervención quirúrgica cuando se le reclamaba un pronunciamiento decisivo en la agresión a Irak; imaginemos cuánto costoso hubiera sido para México hacerlo. ¿Un Atocha n nuestro territorio?
Desde luego hacemos votos porque entre Peña Nieto y Obama haya los entendimientos necesarios para alcanzar acuerdos que vayan más allá del libre tránsito de mercancías y de capitales, de acuerdos que lleven a una cohesión regional que eleve la calidad competitiva regional frente a los otros bloques del mundo. En uno y otro hay la capacidad necesaria para lograrlo. Para entender que lo verdaderamente trascendente es lograr un desarrollo humano superior.
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