En Chiapas, dijo el presidente Enrique Peña Nieto en el lanzamiento de la Cruzada Nacional contra el Hambre, “tierra de naturaleza extraordinaria y de expresiones culturales que enaltecen a México… a pesar de su enorme riqueza, el hambre y la pobreza persisten en amplios sectores de su población. En especial, en sus comunidades indígenas. Es injusto, contrastante, que aquí se genere el 50 por ciento de la energía hidroeléctrica del país y al mismo tiempo tres de cuatro de sus habitantes, viven en pobreza. Es inaceptable que teniendo selvas, agua en abundancia, climas y productos variados, uno de cada tres chiapanecos padezca de pobreza extrema”.
Continúa: resulta lastimoso, lamentable, doloroso que sigan existiendo mexicanos que padecen hambre aquí y en todas las entidades de la República Mexicana. El hambre, para muchos es, quizá, una verdad ignorada. Hay quienes no la conocen, otros, quizá, no la aceptan y algunos ni siquiera se atreven a mencionarla. Hay que reconocer que México, en pleno Siglo XXI, lamentablemente, tiene entre su población a millones de mexicanos que atraviesan por falta de alimentos y, en consecuencia, viven en pobreza, bajo condiciones de hambre.
Por eso, dijo, una de mis primeras decisiones fue instruir la puesta en marcha de la Cruzada Nacional contra el Hambre, para sumar esfuerzos a favor de quienes viven en esta condición. Para comenzar se establecen prioridades se atenderá, en primer orden, a los 7.4 millones de mexicanos que padecen una doble condición: pobreza extrema y carencia alimentaria severa.
La Cruzada convoca al gobierno en sus tres órdenes. Obliga a mover todos sus programas, sus presupuestos para atender a los mexicanos con mayor necesidad. Tiene una orientación focalizada. Implica corresponsabilidad de todas las dependencias y gobiernos locales. Se trata de una estrategia social que fortalece las capacidades productivas de las zonas de mayor marginación y pobreza e involucra la energía comunitaria y social de todos los mexicanos. Se trata pues de algo fundamental, de un programa de Estado.
Se trata de un acierto más del gobierno que comienza. Que ubica a los problemas nacionales de mayor peso como problemas de Estado para cuya solución convoca a todas sus fuerzas. A gobernantes (los legisladores de manera destacada) y gobernados; a trabajadores (del campo y de la ciudad) y empresarios; a hombres y mujeres, a sus familias; a académicos y comunicadores; a científicos y comunidades interesadas y afectadas.
Dice el Presidente del hambre: “para muchos es, quizá, una verdad ignorada. Hay quienes no la conocen, otros, quizá, no la aceptan y algunos ni siquiera se atreven a mencionarla”. Cuánta razón en sus palabras. Porque como en muchas verdades más, una cosa es la estadística fría y otra cosa es mirar en acontecimiento de cerca. No es lo mismo hablar de 7.4 millones de mexicanos en semejante condición que mirar el hambre cara a cara. Es diferente hablar de Metlatonoc, uno de los municipios más pobres del país ubicado en Guerrero, a cientos de kilómetros de distancia, que mirar a una madre y a su hijo deambulando por las calles de una ciudad cualquiera suplicando por un pan que compartir con el pequeño.
No es igual saber que en una comunidad de pobreza extrema alguien falleció a consecuencia del hambre causada por pobreza (por empobrecimiento diría) extrema, que leer en la prensa capitalina que una madre se arrojó a las vías del Metro con sus hijitas porque no tenía qué darles a comer y el llanto de las pequeñas ya fue insoportable.
Bien por la Cruzada a la que se convoca. Bien por el llamado a todos. Recordemos las palabras de Juan Bautista, aquí apuntadas dos ediciones atrás: quien posea dos túnicas dé una a quien carezca de ella y quien tenga que comer dé a los que no tengan.
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