Cuatro sahumadores de cerámica pertenecientes a una oblación dedicada a Itzpapálotl, la diosa tolteca de la Tierra y la Luna —la primera vinculada a esta deidad y recuperada in situ en el área ceremonial de El Cerrito, en el estado de Querétaro, zona centro de México—, y cuatro esculturas de piedra, se exhiben por primera vez en la exposición temporal El espacio sagrado tolteca. Rescate de una ofrenda y unidad residencial.
Dichas piezas, correspondientes al periodo Posclásico Temprano (900-1200 d.C.), se presentan en el Centro de Interpretación de la Zona Arqueológica El Cerrito, al sur del valle de Querétaro, espacio que comienza a operar de manera integral con la inauguración de esta muestra.
De acuerdo con Daniel Valencia Cruz, arqueólogo encargado del sitio prehispánico, dicho centro está integrado por una Sala de Interpretación que expone información general de esta antigua ciudad, a través de pantallas y mamparas con gráficos, además de una Sala Audiovisual (equipada con bocinas, proyector e iluminación) destinada a la realización de conferencias y exhibición de muestras temporales.
“Este espacio de una planta, con forma de medialuna y ventanales que permiten apreciar el basamento piramidal de 30 metros de altura desde el interior, también cuenta con una oficina para los guías, guardarropa y sanitarios”, detalló.
Respecto a la exposición temporal, El espacio sagrado tolteca da cuenta de la excavación y registro efectuados en octubre de 2008 por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), delegación Querétaro, con motivo de la construcción de una alberca en la Unidad Deportiva El Pueblito, por parte del Ayuntamiento de Corregidora. Dichos trabajos dejaron expuestos pisos de estuco, esculturas de piedra y abundantes fragmentos cerámicos, a 200 metros de la delimitación del sitio prehispánico.
Además, se aborda la consolidación de los elementos arquitectónicos y la minuciosa restauración de los objetos recuperados, desarrollada entre 2009 y 2010, y de los cuales se exhiben algunos ejemplares.
“Es la primera vez que se muestran los resultados de ese trabajo, cuya importancia deriva en que brindan información hasta ahora desconocida respecto a las unidades residenciales de la nobleza o los sacerdotes, quienes formaban parte del estrato social encargado del funcionamiento del centro ceremonial durante el periodo de ocupación tolteca (900-1200 d.C.)”, refirió Valencia Cruz, curador de la exposición.
La exposición está integrada por cuatro sahumadores de cerámica (25 cm de largo y 12.5 cm de alto), una decena de puntas de proyectil de silex blanco, 18 cuentas redondas de concha y seis cráneos pequeños hechos en piedra pizarra, que fueron quemados al interior de estos incensarios.
Se trata de sahumadores calados de cuerpo globular con tres soportes huecos, dos de ellos esféricos pequeños y el tercero cilíndrico y largo que funcionaba como asa. Cada uno tiene un asa con terminación diferente: pie con un moño, cabeza de perro o de murciélago y aplicaciones al pastillaje de pequeñas bolitas aplastadas. Presentan además diseños geométricos y simbólicos.
“Dichos objetos se hallaron al interior de un altar prehispánico —2 m por lado y 35 cm de altura— construido con muros de lajas pequeñas y sobre un piso de estuco. Se trata de una ofrenda de finales del periodo Posclásico Temprano, ejemplo del acto de sacralización de los espacios, es la primera recuperada in situ en el área ceremonial de El Cerrito, y también la única que se ha hallado hasta el momento dedicada a la diosa Itzpapálotl, como lo hace inferir la abundante cantidad de puntas de proyectil blancas que la conforman.
Cabe señalar que debajo de la ofrenda se localizó una urna construida en laja de basalto, anterior al altar (900 d.C.), dentro de ella se encontró un pequeño dije de piedra verde (9.5 cm de alto por 4.5 cm de ancho) con la representación de un hombre con los ojos cerrados y con las manos rodeando el ombligo; este peculiar elemento se exhibe en la exposición.
También se presentan cuatro esculturas de piedra: un personaje semihincado portando una capa de plumas decorada con pigmentos ocre y rojo, al que le falta la cabeza (40 por 45 cm de base y 40 cm de alto); y el fragmento de los pies de un guerrero adornados con sus respectivos cactli (sandalia) con moño —30 cm de ancho y 30 cm de alto—, que correspondía a un portaestandarte.
Asimismo, se muestra el fuste de una columna cuadrada decorada con volutas (70 cm por lado); y un clavo arquitectónico con una cabeza de serpiente (1.15 de longitud y 35 cm de ancho). Los tres primeros elementos fueron manufacturados en basalto vesicular (rugoso) y el último en toba volcánica. Dichas piezas se hallaron junto a cientos de tepalcates removidos y los restos de una unidad residencial donde debieron habitar sacerdotes o la nobleza tolteca.
“Tras remover la tierra salieron a la luz varios niveles de piso de estuco, muros de tierra apisonada y dos fogones, en un área de 30 por 50 metros, donde también se localizaron los cimientos de una sala con columnas que sostenían una techumbre, lo que se deduce porque conserva los huecos donde desplantaban dichos soportes”, explicó Valencia Cruz. Además se descubrieron 15 piedras redondas de andesita de entre 52 y 83 cm, sobre las cuales se colocaban braseros o esculturas.
Respecto a la conservación de dichos vestigios, se liberaron y consolidaron los pisos de estuco, fogones y muros de tierra, así como el altar, los cuales se exhiben in situ en la unidad deportiva con una cédula informativa, los primeros a un costado de la alberca y el segundo aledaño a la entrada del lugar.
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