Miguel Ángel Treviño Morales fue aprehendido. Por las Fuerzas Federales, encabezadas por personal de la Secretaría de Marina. Es acusado de ser el dirigente de la banda de delincuentes más sanguinarios que ha azolado al país. La banda se le conoce como los “zetas”. Existen y proliferan desde el norte del país, Tamaulipas, hasta más allá de la frontera sur con Guatemala. Este país ha padecido los actos sanguinarios. Se le acusa de cientos de crímenes. De desaparición de cuerpos. Es la representación del mal, del narco, secuestro, asesinatos. Saqueador de los ductos petroleros.
La aprehensión significa eficacia del gobierno en el combate al crimen organizado. Su detención tiene muchas lecturas valiosas. No lo mataron. Muerto no habla; vivo es la oportunidad de conocer toda su red delictiva. Oportunidad de conocer los cómplices. Puede haberlos en gobiernos: el federal, estatales o municipales. A los EEUU se les dio una lección. Dudaban de la voluntad, de Enrique Peña Nieto, de combatir al crimen organizado. Y con su lineamiento, de “con inteligencia y tecnología; no con la violencia”, se triunfará. También responde a la campaña insidiosa de los panistas “de que pactaría con el crimen”.
Hay una alerta. Es muy preocupante. El temible acusado, conocido como el “Z-40”, Miguel Ángel Treviño Morales, fue llevado sin esposas, con chaleco antibalas y, “más peor”, como dicho popular, entró a instalaciones de la PGR como pavoneándose, suelto. ¿Por qué? A otros los han rescatado comandos armados, incluso cadáveres. Pudieron rescatarlo. Pudieron haberlo ultimado unos sicarios para que no hablara. La causa de esa actitud, sólo faltó que se echara porras. La causa se llama derechos humanos. ¿A quién defienden? Es muy grave.
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