Si no se frena y revierte el actual ritmo en que la humanidad lo degrada, en menos de 200 años más no habrá suelos fértiles, vitales para mantener la vida, tal como la conocemos aún en el Planeta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
De acuerdo con algunos estudiosos, cada año se pierden 8 millones de hectáreas al año en el mundo. Se desertifican y pierden todas sus funciones ecológicas y para recuperarse, la vida humana es muy corta.
Ante esta situación, la Alianza Mundial por el Suelo, de la FAO, propuso y promovió la celebración del Día Mundial del Suelo para el 5 de diciembre de 2013 y la declaración de 2015 como el Año Internacional de los Suelos. Solamente falta que la Asamblea General de la ONU lo apruebe para que sea oficial.
OBJETIVOS
Una vez aprobados, esos acontecimientos contribuirán enormemente no sólo a lograr una mayor concientización acerca del suelo como un recurso natural esencial, finito y no renovable, sino también a movilizar a la comunidad internacional a fin de que adopte medidas en aras de la gestión sostenible de este recurso.
Los suelos son la base del desarrollo agrícola y de la sostenibilidad de los ecosistemas, y proporcionan el soporte para la producción de alimentos, piensos, combustible y fibra, abastecimiento de agua limpia, ciclos de nutrientes, reservas de carbono orgánico y una cuarta parte de la biodiversidad mundial y sirven, asimismo, de plataforma y fuente de materiales para la construcción.
A pesar de la función esencial de los suelos en la vida humana, su degradación es cada vez mayor debido a prácticas inapropiadas, a presiones derivadas del aumento de la población y una gestión inadecuada de este recurso natural fundamental.
La creación de la Alianza Mundial por el Suelo constituye en sí un importante instrumento de promoción que aboga por un mayor reconocimiento internacional de la importancia de los suelos para el logro de una seguridad alimentaria sostenible y su papel esencial en la supervivencia y el crecimiento de ecosistemas saludables.
Se eligió el 5 de diciembre como Día Mundial del Suelo en honor de Su Majestad el Rey Bhumibol Adulyadej de Tailandia, por sus esfuerzos en la promoción de la ciencia del suelo y la conservación y gestión sostenible del recurso suelo.
Además, el gobierno del Reino de Tailandia también propuso la celebración de un Año Internacional de los Suelos. “Suelos sanos para una vida sana” es el tema que se propuso para crear una mayor concienciación mundial acerca de la importancia de la gestión sostenible de los suelos.
NÚMEROS
Cómo es sabido, la superficie terrestre del Planeta es únicamente del 29.2 por ciento, lo que equivale a 14 mil 894 millones de hectáreas. Los mares ocupan 70.8 por ciento o sea, 36 mil 113 millones 200 mil hectáreas.
El suelo desértico supera los 3,600 millones de hectáreas y cada año, se suman más de 8 millones de hectáreas más, debido a la antropogenia y procesos naturales.
Cada año en el mundo se pierden alrededor de 78 mil millones de toneladas de tierra fértil y sin la cual, no se puede cultivar. En México, se pierden mil millones de toneladas de humus al año.
Desafortunadamente, la desertificación avanza más en los países en vías de desarrollo, según la OCDE. Hay que añadir que este fenómeno afecta a 1,166.7 millones de habitantes, de acuerdo con la FAO.
REALIDAD MEXICANA
De los 196 millones de hectáreas que tiene México, 128 millones de hectáreas (65 por ciento del país) se encuentra desertificado, según la propia Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Entre los procesos más importantes de la degradación de estos suelos, se encuentran, en orden de importancia, la química (15.8 por ciento), erosión eólica (12.7 por ciento), hídrica (10.4 por ciento) y la degradación física (5.0 por ciento). La mayor parte de los suelos de estas zonas muestran degradación ligera y moderada.
Las zonas sin problemas de desertificación se encuentran principalmente en el centro del Desierto Chihuahuense, Gran Desierto de Altar, al noroeste de Sonora, y la península de Baja California. La erosión hídrica se concentra en las faldas de las serranías, mientras que la erosión eólica en las grandes planicies de Zacatecas, Durango y Chihuahua. En los desiertos, el sobrepastoreo es la principal causa de deterioro del suelo.
La Evaluación de la Pérdida de Suelo por Erosión Hídrica y Eólica en la República Mexicana determina que la superficie del país con riesgo de pérdida de suelo es de 42 por ciento, en lo que se refiere al primer tipo de degradación (ligera 10.9 por ciento, moderada 20.5 por ciento, alta 7.8 por ciento y muy alta 2.8 por ciento). Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Baja California Sur presentaron más del 50 por ciento de su superficie sin riesgo aparente de erosión hídrica, mientras que Guerrero, Puebla, Morelos, Oaxaca y el Estado de México lo presentaron en más del 50 por ciento de su superficie.
Los riesgos de pérdida de suelo por erosión potencial eólica fue del 89 por ciento (ligera 6.5 por ciento, moderada 30.6 por ciento, alta 33.6 por ciento y muy alta 18.2 por ciento) en el territorio nacional. Se presentó particularmente en la franja norte del país, desde Zacatecas hasta el norte de Chihuahua. También cubriendo la porción costera y el Desierto Sonorense, la costa del Golfo de California y la costa del Pacífico en Baja California Sur. Con excepción de los estados de Chiapas y el Distrito Federal, en el resto de los estados se presenta riesgo de erosión eólica en más del 60 por ciento de su superficie. Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Coahuila y Sonora presentaron afectaciones de prácticamente el 100 por ciento.
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