“Del Señor es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24.1).
La periodista Bárbara Anderson, refiere en la sección Firmas del periódico Milenio, que hace días se realizó una encuesta sobre la Reforma Energética, se consultaron a 800 personas en las 32 entidades federativas.
Entre otras cosas contestaron: que están a favor de la reforma pero el 52% no saben de qué se trata.
En nuestra nación existen cuestiones muy dignas de llamar la atención, hay ignorancia, mucha ignorancia; hay fanatismo, mucho fanatismo.
Cuando persisten la ignorancia y el fanatismo, sobreviene la hecatombe.
Pareciera que el fanatismo y la ignorancia son cosas parecidas, pero no, no debemos confundir estos conceptos tan especiales. En la ignorancia se puede hallar virtud, en el fanatismo jamás. El ignorante es ciego, el fanático es sordo y nada inteligente.
En México los triunfos del sublime indio zapoteca don Benito Juárez, aplastaron la cabeza del gigantesco reptil de la ignorancia.
Lázaro Cárdenas, es otro de los preclaros hombres que por estas tierras han aparecido y han sido de tal valor, que a la fecha tanto unos como otros se cuelgan de sus logros y especulan sobre la literalidad de sus palabras y sus escritos; y por otra parte en la semántica de las mismas palabras y escritos, muchos anhelan ver la luz que ilumine el derrotero de la Patria.
Gracias a Dios, todo esto se resolverá en la fuerza de quienes la sostengan por las calles y las plazas de la nación, incluidos los bloqueos también llamados “expresiones o manifestaciones públicas de los derechos humanos”.
Hubo un hombre que fue acusado del grave delito de haber comprobado que la tierra se movía alrededor del sol.
Fue condenado a retractarse de rodillas por semejante herejía, además de maldecir con su boca lo que su mente y dedicación habían descubierto: el movimiento de la tierra alrededor del sol.
Este hombre fue Galileo, quien el 22 de junio del año de 1633, en el Convento de la Minerva en Roma, fue obligado a decir siendo anciano: “Yo, Galileo, con el corazón henchido de terror, la vergüenza en el alma y voz balbuciente porque el dolor me anonada, me someto a la infamia y el infortunio, sufriendo el mayor de los sacrificios por quienes niegan la verdad escrita por el mismo Dios con letras de fuego en el firmamento”.
La historia registra que al retirarse Galileo de aquel terrible momento y vergonzoso acto para la humanidad hasta nuestros días, dijo: E pur si muove.
¡Quiera Dios, el dueño del universo guiar las corrientes de la sabiduría de la República hacia lo correcto en esta materia energética y en todas las cuestiones que se requieran, para que no suframos un daño tal que mañana se avergüencen de ello nuestros nietos! Superemos la ignorancia y el fanatismo, conozcamos la verdad y la verdad nos hará libres.
*Pastor General de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, ser@iciar.org
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