Una de las 25 películas filmadas en México durante 1936 (la primera pizarra marca el 3 de agosto y el cartel de estreno el 6 de octubre de ese mismo año en el Cine Alameda propiedad de Emilio Azcárraga Vidaurreta): «Allá en el Rancho Grande», marcó y propició una larga lista de cintas al tenor de lo campirano mexicano.
Dirigida por Fernando de Fuentes, el personaje principal correspondió a Tito Guízar, con René Cardona, Esther Fernández, Emma Roldán, Carlos López «Chaflán»… para la parte musical, cinco canciones del también actor Lorenzo Barcelata (Amanecer ranchero, Por tí aprendía a querer, Lucha María, Coplas y Presumida) con una aportación de José López Alavés (Canción mixteca), para redondear la creación anónima que da título a la película.
Los que saben de la Historia del Cine Mexicano, afirman que la locación –aparte de los Estudios México-Films– fue el espacio de la antigua Hacienda del Rosario, que no llevara tal nombre en referencia al instrumento secuencial para la oración, sino debido al patronazgo de la Virgen del Rosario sobre las extensas propiedades cuyas instalaciones heredaran el denominativo al espacio ocupado por la Unidad Habitacional y por la estación terminal de la línea 7 del STC-Metro.
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En Signet, signal, symbol de Walter Diethelm 3a., edición, en la ficha técnica correspondiente a la creación de la iconografía para los Juegos Olímpicos México 68, en las páginas 26 y 27, establece que la dirección artística fue responsabilidad de Manuel Villazón y Mathias Goeritz, y los diseñadores: Lance Wyman y Eduardo Terrazas. Más adelante, en la página 87 el compendio destaca el nombre del señor Wyman en cuanto a la creación del emblema para la imagen corporativa del Sistema de Transporte Colectivo «Metro» de la Ciudad de México.
Del trabajo inicial del señor Wyman, sólo quedan por conjunto integrado los correspondientes a las líneas 1, 2, 3 [parte de la] 7 y [de la] 9, antes de las ampliaciones, parches irrespetuosos e innecesarios y añadidos que destruyen la estructura y nada añaden al valor gráfico de la pieza.
Sin estudio ni análisis, con la extrema simplicidad impuesta por un mal diseñador y peor dibujante, carentes de síntesis e importándole nada la estructura, pesos y equilibrio de masas en el «cajón gráfico». El descuido, reducción presupuestal… el motivo a esgrimir sólo determina que también en el STC hay trato visual diferenciado cuando en la institución resulta nula la función de la dirección de «Imagen Corporativa» durante el proceso de crecimiento.
Con seguridad el señor Lance Wyman y sus discípulos enfrentarán esta realidad como un fracaso profesional al mirar la horripilante medusa nacida de su esfuerzo profesional realizado con respeto al ojo ajeno y el obligado aporte cultural.
Es una pena, pero, nadie cuida lo que ni quiere ni le cuesta, y, por demás está decir que ese material es paisaje urbano que enriquece o degrada a los habitantes. Ya es sabido, hay población de primera, de segunda, de tercera y para ignorar.
Amanecer. (9 de septiembre de 1521). Acrílica sobre cartulina. 51 x 37.8 centímetros.
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