Ya hace un más de un mes de las promesas, de las encuestas, del aumento del Metro. De las tan esperadas mejoras, que, hasta el momento, sólo han cumplido una: el pago doble de pasaje en Pantitlán, en su conexión con la línea A fue suprimido, para, en vez de pagar 6 pesos, sólo pagar 5; una grosería ¿no?
Ni los famosos policías ni el progreso como sistema de transporte ni nada, los vagoneros a la voz de “si no nos dejan vender, mañana estaremos robando” se rehúsan a abandonar su ambulantaje, los mismos golpes y empujones entre usuarios para subir a los trenes en horas pico ¿y qué hacen “los de arriba”? como patadas de ahogado dieron las tarjetas Capital Social para igualar la tarifa antigua a madres solteras, hombres desempleados y estudiantes de escasos recursos, que, aumentándole los miles de boletos que fueron comprados por muchos vivos antes de que el precio aumentara, el STC, como organismo está perdiendo más de lo que pudo haber ganado subiendo el pasaje.
Pero, no todo fueron pérdidas, ganaron decenas de movimientos de los manifestantes del #PosMeSalto, adjetivos como “Miguel Ángel Mancerdo”, daño a las instalaciones, pero sobre todo, el odio popular hacia las autoridades de aquellos que, dos pesos más por boleto, sí cuentan.
México no está para política, su capital, mucho menos. El jefe de Gobierno tiene que desempeñar leal y patrióticamente el cargo que se le otorga, lo hecho, hecho está, pero las promesas deben ser cumplidas. La Constitución y el mismo Mancera lo han dicho “Es mi deber mirar en todo momento por el bien y la prosperidad de la unión del Distrito Federal y si así no lo hiciere, que el pueblo me lo demande”.
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