En conjunto de hechos políticos ocurridos en Sud América, ha colocado a Bolivia en la cabeza política de la región.
En primer lugar, Bolivia ha consolidado su democracia pese a los obstáculos que le han puesto sus adversarios. Desde la elección general que llevó a Evo Morales a la Presidencia de la República hasta el refrendo revocatorio que el Presidente ganó por amplio margen.
Pero no sólo eso. El gobierno venció a sus contrincantes reaccionarios representados en el Departamento de Santa Cruz desde cuyos bastones se pretendió derribar al gobierno legítimo, alentar movimientos separados y tratar de hablar de guerra civil. Este movimiento no por descabellado es peligroso si se tiene en cuenta los vastos recursos económicos de que dispone.
Añádase el apoyo del gobierno de Estados Unidos de toda acción encaminada a la caída del gobierno de Morales que no ha ocultado su simpatía por todas las causas democráticas dentro de la revolución.
Pues bien, este gobierno fortalecido precisamente por la democracia ha propuesto con toda su investidura que la Organización de Estados Americanos (OEA) sea sometida a una reestructuración que incluya la salida de su membresía de Estados Unidos y, por supuesto, por el regreso de Cuba a la Organización.
Estas demandas han sido una constante en los integrantes de la OEA pero han sido bloqueadas por el gobierno de Estados Unidos.
En esta coyuntura, México debiera buscar jugar un papel digno, de acuerdo con su antiguo prestigio de amigo, hermano, de los países latinoamericanos en lugar de hablar de futuras discrepancias con los gobiernos de Argentina y Brasil.
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