Mexicana por nacimiento y conocida popularmente como ballena gris, recorre 12 mil kilómetros, desde Alaska y Mar de Bering a las lagunas costeras de San Ignacio y Ojo de Liebre-Guerrero Negro, Baja California Sur; vienen para reproducirse y tener sus ballenatos y cuando éstos están en condiciones de emprender el viaje, parten al norte.
Esta peregrina del Pacífico norte estuvo a punto de extinguirse por caza indiscriminada desde mediados del siglo XIX, disminuyó a 2 mil ejemplares en las primeras décadas del siglo XX. Su recuperación inició a partir de 1972, cuando el gobierno mexicano decretó la creación de los primeros santuarios de ballenas en las Lagunas San Ignacio y Ojo de Liebre-Guerrero Negro, Baja California Sur.
Las hembras jóvenes son las primeras en emprender el regreso al sitio donde nacieron. Se adelantan para reproducirse. Después, le siguen las hembras adultas que tras 12 ó 13 meses de preñez, vienen a parir sus crías.
Gracias a los programas de protección y conservación que lleva a cabo el gobierno mexicano a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y conforme a las leyes y decretos que establecen líneas claras para su protección, la población de la ballena gris (Eschrichtius robustus), una de las especies más grandes del mundo marino, se encuentra en franca recuperación.
De acuerdo con información proporcionada por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conap) y con base en los resultados de monitoreo y censos semanales efectuados en los últimos 19 años para determinar la población que ingresa a las lagunas citadas, se estima un promedio anual de 618 nacimientos de ballenatos. Dicha cifra se suma a los 25 mil ejemplares existentes en el mundo, cantidad similar a la que había hace 170 años, lo cual permite evidenciar su clara recuperación.
Las hembras llegan a medir 15 metros y los machos, 14.5; su peso máximo llega a los 30 ó 33 toneladas. A los 3 ó 4 años, están listas para reproducirse y llegan a vivir hasta 50 años.
BALLENA AMISTOSA
Durante el invierno en México, presenta un comportamiento único conocido como de «ballena amistosa», dado que se acerca a las embarcaciones y es posible verlas muy de cerca. Por lo tanto, sostiene una creciente industria turística de observación.
Este mamífero se adaptó para pasar la totalidad de su ciclo vital en el medio. Puede sumergirse hasta profundidades de 100 metros, pero siempre debe emerger para respirar en la superficie a través de dos orificios ubicados en la parte superior de su cabeza. Su sentido más desarrollado es el de la audición y puede comunicarse a grandes distancias mediante diferentes sonidos que parecen cantos.
Su dieta se basa en crustáceos pequeños parecidos a los camarones conocido, comúnmente como Krill, que habitan en el fondo del mar y de los cuales puede ingerir hasta una tonelada por día. Pertenece a la familia de las mistecetos, no tiene dientes sino unas estructuras (barbas) parecidas a grandes cepillos que actúan como filtro para dejar salir el agua y retener el alimento.
La peregrina del Pacífico es la única especie de cetáceos que siempre se mantiene cercana a la costa, a una distancia máxima de 20 kilómetros. Alguna vez, habitó el Océano Atlántico, pero se extinguió. Ahora, solamente habita dos zonas: Costas de Rusia a China y las mexicanas que van de Alaska, Baja California Sur, México. La población asiática es de unos 100 ejemplares.
Su nombre se debe a la coloración de su cuerpo, gris negruzco jaspeado y las cicatrices producidas por colonias de cirrípedos que murieron y se desprendieron, con manchas irregulares blancas que forman un diseño característico que permite diferenciar a cada individuo. Carece de aleta dorsal. Su soplo es bajo, de 3 a 4 metro, en forma de V o de corazón.
BALLENATO
Al nacer, los ballenatos miden unos 4.5 metros y pesan media tonelada. Durante las primeras 16 semanas de vida y gracias a la ingesta de hasta 150 litros diarios de leche, compuesta en 50 por ciento grasa, puede crecer un metro por mes. Su lactancia es de 7 meses.
De acuerdo con los investigadores sobre la vida de estos cetáceos, un tercio de los ballenatos nacidos en los refugios mexicanos, mueren durante la travesía hacia Mar de Bering y Alaska, ya bien sea en fauces de orcas o en redes de pescadores.
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