Hace 20 años cayó asesinado Luis Donaldo Colosio. ¿Un asesino solitario? A esa conclusión llegó la actuación ministerial. Cuatro fiscales especiales. Dos voces diferentes, la del primero de ellos, Miguel Montes, quien en un principio incluyó entre las líneas de investigación la posibilidad de una acción concertada, y la de Pablo Chapa Bezanilla, entre sus hipótesis incluía la de dos tiradores.
Murió Luis Donaldo y cambió el rumbo de México. Se trató de un magnicidio. Cambió el rumbo del país y el rumbo de muchos políticos, de personas vinculadas de manera directa, o indirecta, con el político sonorense.
Uno de ellos, Salvador Sánchez Vázquez, nayarita de reconocidos valores: lealtad, vocación, sensibilidad, convicción.
Tuve el privilegio de trabajar con él desde 1974, cuando asumió la dirigencia nacional de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, FSTSE. Por ello la oportunidad de conocer muchas de sus acciones, decisiones, expectativas, en su carrera política.
Semanas antes del magnicidio me indicó: «Prepárate… nos vamos a incorporar a la campaña de Luis Donaldo». El candidato había decidido reestructurarla.
En ese tiempo Salvador era senador de la República. Su relación con el abanderado priísta era añeja. En su oficina, en el recinto de Xicoténcatl, había una fotografía en donde ambos ríen a carcajadas. Pregunté cuál había sido el chiste. Ah, contestó, comentamos cuán dura es la cultura del esfuerzo. Condición que los unía y de la que ambos se sentían orgullosos.
Pasados días de aquel comentario me confió: Eduardo Robledo, senador también, entonces, se reunió conmigo para informarme que Luis Donaldo le pidió una lista de seis senadores para integrarlos a la campaña y al incluirme en ella le pidió que me sacara. Porque ya estaba considerado.
Cambio en la vida de Salvador, en la de Robledo Rincón y en la de otros seis senadores, entre muchos más. Y también, cabe decirlo, en la vida mía. «El jardín donde los senderos se bifurcan» escribiría Jorge Luis Borges.
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