Opinión

Quedan en silencio las letras y los libros

En la ciudad de México, el pasado 17 de abril acaeció el escritor y premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez, hombre inmortal, que más allá de su presencia física en este mundo, sus letras, sus historias, sus frases, sus libros le hacen ser no sólo un hombre mundial sino eterno que dejo la vida terrenal a las 14 hrs, del pasado jueves Santo.

Este hombre que nació en Aracataca, Colombia, un 6 de marzo de 1927 dejo querencias y amores, una patria natal y muchas adoptivas como fue México al final de sus años; pero que igualmente deja a miles y miles o más bien millones de seguidores y lectores de sus obras y palabras impresas en la inmortalidad en los libros.

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Se recuerda que narró en diversas ocasiones que sus principales cuestionamientos en el mundo de la literatura como de las ensoñaciones eran sus preguntas fuera de un sentido terrenal como cuando cuestonaba a sus familiares sobre ¿a quién se le ocurrió inventar las lágrimas, abuelo?, ¿la luna es el ojo nocturno de Dios?, ¿por qué si el oro causa tanta desgracia entre los hombres, no se le entierra para siempre en alguna fosa del desierto?

Sus primeros acercamientos a las letras de forma profesional fue en 1949 a Barranquilla cuando entró a trabajar como reportero a los diarios el Universal y El Heraldo de Barranquilla y que al paso de esos años mientras cubría eventos diversos como parte de esa profesión que siempre calificaría como la antesala a la literatura comenzó a escribir su primer obra titulada La Hojarasca.

El año de 1955 sería sin duda un parteaguas en la vida de Gabriel García Márquez al colaborar con la revista Mito y poder publicar un capítulo de La Hojarasca en uno de los números.

Posteriormente se converitiría en corresponsal periodístico en la sucesión del enfermo Papa Pio XII y se le autoriza una estadía de algunas semanas que a la larga se convirtieron en cuatro años radicando en París, Francia para instalarse de lleno en la vida artística e intelectual.

Este hombre de carácter jovial, serio y siempre intuitivo llegó a confesar a sus amigos, en aquella ciudad comía o medio comía sólo una vez al día. Sin embargo el hambre y las penurias económicas no le impiden escribir La mala hora, que años más tarde tendría una gran influencia en la composición de El coronel no tiene quien le escriba.

La llegada del escritor a la tierra del tequila (México) a finales de la década de los cincuenta fue descrito por él mismo, como “el encontronazo entre la guayaba y el chile para dar paso a un nuevo sabor”. Nuestro país fue fundamental en la vida del Gabo “Sin los recuerdos que me inspiró México nunca podría haber escrito Cien años de soledad, confesó en varias ocasiones. Además que aceptó que su primer contacto con la literatura mexicana fue gracias a dos libros: Pedro Páramo y El llano en llamas.

En México, Cien años de soledad no sólo fue recibida con entusiasmo por Carlos Fuentes y otros amigos del Gabo, sino por los mismos lectores en mayo de 1967 y hoy, ese boom latinoamericano recibió un golpe muy duro y doloroso ya que con la partida de García Márquez se va también una de las principales voces que predijeron la omnipresencia de la cultura latinoamericana en todo el orbe.

Lo cual nos lleva a recordar sus palabras al recibir el Nobel: “el espíritu joven de América Latina late en mi alma como el corazón de un cancerbero”.

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