Un numeroso grupo de creadores de música mexicanos junto al maestro Alfonso Esparza Oteo fundan en México —en el año de 1945— una agrupación de autores y compositores para tramitar ante las autoridades el merecido reconocimiento y respeto a sus derechos de autor.
Años después —agosto de 1949—, la constituida Asociación Civil denominada Sociedad de Autores y Compositores de México asumió la totalidad de los derechos del sindicato original. En el año de 1958 cobran los derechos de la música mexicana generados en el extranjero.
En 1997 al promulgarse una nueva ley mexicana sobre los derechos de autor, la SACM cambió su razón social a Sociedad de Autores y Compositores de México, Sociedad de Gestión Colectiva de Interés Público.
La radio mexicana, plagada de locutores estridentes, sin afán de desarrollo personal ni el de su audiencia, omite en sus transmisiones el crédito correspondiente al autor/compositor del material difundido. Por pereza adjudica el tema al cantante y con ello vulneran derechos y prestigio de quien con esfuerzo y estudios consuma una obra.
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Al final de su corta vida artística, Gabriel Siria Levario — (1931–1966, inicialmente Javier Luquín) existencia “enriquecida” con añadidos míticos, falsedades impuestas y realidades escudadas—, graba y deja una pulcra interpretación de Carabela (titulada originalmente: La diosa del mar) composición de Graciela Olmos Velázquez con mayor reconocimiento por el mote de “La Bandida”, cuya turbia vida y fama de “empresaria” protegida en sus días de gloria opaca a la autora de corridos y de esta metáfora marina. El nombre de Graciela Olmos Vázquez es referencia escatimada en la esporádica difusión de este tema indisolublemente ligado a la voz y presencia de Javier Solís. Carabela aparece en el disco El peor de los caminos editado en el año de 1962 con el acompañamiento del Mariachi Nacional de Arcadio Elías y en los créditos correspondientes a los arreglos musicales aparecen los nombres de Rafael Carrión Zamarripa y del potosino Fernando Z. Maldonado, según quedó impreso en la portada del disco mencionado.
Carabela
(La diosa del mar)
Estoy en el puente de mi carabela
y llevo mi alma prendida al timón,
un soplo de amores empuja mi vela
y zarpo cantando y zarpo cantando divina canción.
Ni marco mi ruta ni llevo camino
por donde mi nave a de navegar,
yo sé que sin rumbo me lleva el destino
y será un día mi nave será un día mi nave,
la reina del mar.
(Aquí va un bello y delicado puente musical.)
Que marque mi ruta el ave que vuela,
la estrella errante o el raudo ciclón,
yo quiero ver limpia mi fúlgida estrella,
y será un día mi nave será un día mi nave
la diosa del mar.
Perdida la responsabilidad de los medios para determinar autoría, arreglo musical y acompañamiento —información de suma importancia para la cultura de un país—, junto a esa relajación quedó también la exigencia primordial para reputarse cantante: entonación con dicción clara sin alteraciones gramaticales.
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