Entre las diversas facetas que adjetivan el hacer del Presidente Enrique Peña Nieto, a partir de un manifiesto pragmatismo, se distingue su disposición ambientalista. Indiscutible cuando de lo que se trata es de preservar la casa, nuestra casa. La única que tenemos, por lo pronto y para mucho tiempo. Habrá que ver el resultado de los anunciados viajes al planeta Marte, para saber si pudiera ser objeto de colonización. Julián, mi hermano, está convencido de que en el destino de la humanidad está el ser colonizadora. Convencido también está el reconocido doctor Víctor Gámez Lechuga, especialista en medicina biológica y presidente de la Fundación Feliz Esplendor, de que el hombre avanza con pasos firmes a una prolongación de la vida; hasta 150 años, dice. La medicina genómica proveerá de recursos que lo permitan. Algo sabrá al respecto el Carlos Slim cuando fundaciones por él instituidas, apoyan trabajos de investigación en esa nueva especialidad.
Un presidente pragmático. Diseñador de políticas públicas fundamentadas en sendas reformas de normas constitucionales y leyes reglamentarias. Tienen como objeto hacer mejor la vida de los mexicanos, y de las mexicanas, de aquí y de ahora. Reformas construidas a partir del Pacto por México (logro político trascendente) y discutidas, modificadas y aprobadas por un poder legislativo actuante.
El Presidente Peña Nieto es sabedor de que los bienes son aplicables al remedio de los males. Males son los que nos agobian hoy: pobreza, en sus orígenes y consecuencias; insuficiencia en servicios de salud; educación deficiente; vulnerabilidad ambiental; desempleo, subempleo, ocupación informal; inseguridad; limitaciones mil en el desarrollo agropecuario y pesquero, en la industria y los servicios; un sistema de gobierno (tres poderes y tres órdenes) cuestionado, conducta de servidores públicos, con su contraparte privada, o al revés, proclives a la corrupción; insuficiencia o deficiencia en la infraestructura de comunicaciones y transportes; vulnerabilidad ante fenómenos naturales inéditos, consecuencia, entre otros factores, de un cambio climático cuyos efectos están a la vista.
Oportuna la advertencia de la Organización de las Naciones Unidas: el Cambio Climático es irreversible. Recuerdo palabras del científico veracruzano Julián Adem, miembro del Colegio Nacional, en la ciudad de Veracruz en 1992. Afirmaba que si se suspendiera el consumo de combustibles fósiles (generadores de gases de efecto invernadero), la Tierra tardaría 100 años en recuperar su condición previa; a la Revolución Industrial, se entiende.
Presidente con disposición ambientalista, Enrique Peña Nieto. Expresada en su toma de posesión, en el discurso referido a los primeros 100 días de su gobierno, en el Plan Nacional de Desarrollo, en el anuncio de los programas sectoriales, particularmente en el de infraestructura, en ceremonias en Calakmul, en el Pinacate.
Entendible y atendible entonces la reiteración del Presidente, en su mensaje, de que cuidar de nuestra casa común, es causa compartida. Es causa de Estado, asumamos. De gobernantes y de gobernados. Por ello, se refuerzan, entre otras medidas y aspectos, políticas para reducir y mitigar los efectos del cambio climático; firme es el compromiso con el medio ambiente. Compromiso que, acuerdos internacionales de por medio, se comparte con el mundo, particularmente con América del Norte donde la protección ambiental se privilegia.
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