ALFREDO IBÁÑEZ
Los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) dieron muestra que con organización, diálogo y protesta pacífica se puedan alcanzar objetivos comunes. Por lo pronto ya fueron escuchados por el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Ayer en plena calle le entregaron su pliego petitorio que entre otras demandas contempla la renuncia de la directora de esa casa de estudios Yoloxóchitl Bustamante y sobre todo derogar el plan de estudios 2014, en el que no fueron consultados.
Credencial en mano los miles de estudiantes demostraron que no son porros, como falsamente lo diera a conocer Bustamante.
También dieron gran muestra de civilidad al tomar las calles de la ciudad de México y protestar de manera pacífica, ordenada y siempre con objetivos claros.
Este viernes tendrán respuesta a sus demandas por parte del Secretario de Gobernación, quien en una nueva forma de gobernar decidió hacer frente al problema que afecta a los estudiantes y darle salida satisfactoria lo más pronto posible.
Con ambos hechos, promovidos por los jóvenes del IPN, y el gobierno federal, queda claro que cuando hay intereses claros y justos, así como deseos de alcanzar acuerdos y soluciones, los problemas en el país pueden solucionarse rápidamente de manera satisfactoria.
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El gobierno del Estado de México y la Secretaría de la Defensa Nacional, mintieron respecto al caso Tlatlaya. Ambos de manera oficial sostuvieron que se trato de un enfrentamiento con un grupo delincuentes.
Ahora se sabe que no fue así, sino que militares acribillaron o fusilaron a un grupo de jóvenes de entre 17 y 24 años de edad.
En su momento el secretario de Gobierno estatal, José Manzur sostuvo que no hubo 22 ejecutados, sino que se trató de un enfrentamiento entre el Ejército Mexicano y la delincuencia organizada.
Apenas el lunes pasado Manzur sostuvo una vez más “no tengo información de ningún ejecutado, tengo información de un enfrentamiento entre el Ejército y la delincuencia organizada… yo estuve ahí”; agregó
Es evidente que ambas instancias mintieron, por lo tanto la sombra de la sospecha en otros hechos crece.
La credibilidad del Ejército mexicano se pone en tela de juicio, sobre todo porque de no haber sido por la presión externa y nacional para que se conociera la verdad, jamás habría reconocido el mal proceder de integrantes de sus tropas, que ahora se sabe cometen homicidios a sangre fría.
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