Un anciano arrugado, barbado, desdentado, encorvado bajo el peso de un enorme bracero sobre su espalda, sedente, es la representación de la divinidad ancestral, Huehuetéotl (del náhuatl: huehueh-teotl, ‘dios-viejo’). En otras ocasiones, el mismo brasero era la propia representación del dios. La Serpiente de Fuego (Xiuhtecuhtli) es, probablemente, su nahual. Uno de sus símbolos es la cruz de los cuatro rumbos del universo (la encrucijada) o quincunce, surgida del centro donde él reside.
El jueves 20 de febrero del 2014. La arqueóloga (María) Donají Montero (Guzmán) entrevistada en Radio INAH por Juan Stack con el tema «Huehuetéotl en Cantona, sus orígenes», amplía la información.
Huehuetéotl, el Dios viejo, está relacionado con el elemento fuego y con la fertilidad, es una de las primeras de las deidades del panteón mesoamericano, Ometeotl “señor dos”, dualidad formada por Ometecuhtli y Omecíhuatl, mora en el inframundo, en la tierra y en la esfera celeste, en los cuatro postes (rumbos del universo) y en el centro, el axis mundi representado por el árbol florido: tamoanchán.
Xiuhtecuhtli (“el señor del cometa”), es el mismo dios con aspecto joven vinculado con el sol, con el calendario, por ende, “Señor del fuego nuevo” el ciclo de cincuenta y dos años, de los cambios astronómicos, es espectador y partícipe en el juego de pelota, porque la esfera de caucho es la representación solar en su recorrido por el día. Señor del fugo nuevo”
Al parecer, las primeras representaciones (Puebla-Tlaxcala) surgen tal vez en los cultos domésticos extendidos geográficamente por vía matrimonial o comercial durante el formativo tardío (300 a.C. a 100 d.C.) caracterizado por la gran actividad sísmica retomada por el estado jerarquizado, “primero es elemento y posteriormente es personaje”: está presente en el tlecuhil (las tres piedras que forman la hoguera familiar). Deidad tectónica, el bracero en sí mismo es representación de los volcanes circundantes y del poderío asociado.
El fuego es el elemento primordial (transformador) que el hombre empieza a adorar… lo apropia, lo domina, fija la transición del hombre bárbaro al civilizado.
Donají Montero aporta otros nombres, advocaciones y apelativos del dios viejo: Ixcozauhqui (el cara o cari amarillo); Xiuhtecuhtli, señor de la turquesa, señor del año, señor del tiempo, (señor de la hierba o señor del cometa), Quetzalli o venerable llama; Tonacatecuhtli, Tonacacihuatl; Teteo Inan y Teteo Ita; Huehue inan o Huehue Ita; Tocenta, nuestro padre unitario (lo cual revela su carácter predominantemente masculino y fertilizador), Tota nuestro padre; Tzontzi el de los cabellos amarillos, Nayauhtecuhtli* el señor del conjunto cuatro, los cuatro rumbos-direcciones; Ocotecuhtli (para los tecpanecas), Otontecuhtli (para los otomíes), Ayamictlan (cuando habita el inframundo) … “al parecer hay … no menos de 45 nombres, apelativos o advocaciones”.
Una de sus representaciones son las escápulas de los venados; los colores rojo y amarillo sus distintivos. Está profundamente relacionado con el periodo del encendido del fuego nuevo, la rememoración del surgimiento de la vida, la renovación del mundo mesoamericano realizado en el cerro principal o en el templo de la población.
Para Silvia Limón Olvera en “El Dios del Fuego y la Regeneración del Mundo” “… su denominación Huehuetéotl ‘Dios viejo’ indica que se trataba de una deidad liminar de gran antigüedad tanto en el nivel histórico como en el simbólico…”, abunda en designaciones: es Tlalxictentica (el que está llenando el ombligo de la tierra) y Tlaxicco Onoc (el que está echado en el ombligo o centro)… Chicnauhyotecuhtli, “Señor del conjunto de nueve” (referencia a los nueve niveles del inframundo); Ayamictlan “niebla del inframundo” o “el refugiado en el inframundo” y Cuecuex, “inquieto”, “cosquilludo”, “desvergonzado”, “lleno de comezón”.
Añade: “… De acuerdo con Sahagún, el nombre de Cuezalin, o su forma reverencial Cuezaltzin ‘venerable pluma roja’ o ‘venerable llama’, fue otro de los nombres con los que se designaba al dios del fuego. Asimismo, este cronista traduce el vocablo cuezalin como ‘llama de fuego’ y afirma que los mexicas llamaban de esa manera a las plumas rojas de la cola y de las alas del papagayo… Xócotl, deidad de los muertos… Cuecaltzin (llama de fuego)”.
* “Por esta razón, cada cuatro años en la fiesta de Izcalli, los mexicas sacrificaban en su honor a cuatro cautivos que lo representaban vestidos con su atuendo, cada uno con un color diferente: blanco, rojo, amarillo y verde, colores que correspondían a cada una de las cuatro direcciones del plano terrestre…” Silvia Limón Olvera en “El Dios del Fuego y la Regeneración del Mundo”, páginas 53-54.
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