Una callecita en la colonia Roma del Distrito Federal cuyo sentido de circulación va de oriente a poniente para unir las calles de Medellín y de Monterrey, de ría estrecha —pareciera propia para el tránsito de un carruaje—, indica en su nomenclatura: “Calle José Alvarado, antes Cerrada de Medellín”.
La ficha biográfica correspondiente a don José Alvarado Santos asienta que “el periodista y ensayista mexicano fue hijo de padres maestros y nacido en Lampazos, Nuevo León, el 21 de septiembre de 1911 para fallecer en la Ciudad de México el 23 de septiembre de 1974, fue en los inicios de los 60 —del siglo XX— rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León al que renunció pocos años después por motivos políticos.”
Su labor informativa cubrió el amplio universo de la labor periodística del país en El Nacional, Excélsior, El Día, El Popular y en los correspondientes a la antigua Cadena García Valseca…, en las revistas Romance, Siempre!, Futuro, Voz, Revista de la Universidad de México…: redactor, reportero, columnista, cronista de cine, cronista taurino, reportero policiaco, corresponsal de guerra en Medio Oriente, cronista de varias conferencias internacionales… notorio en la difícil disciplina de la Editorial, viajó a diversos países del mundo. Recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1969 y postmortem, el Club de Periodistas de México le otorgó el correspondiente al año de 1973.
Dos son los libros publicados en vida por don José Alvarado: El personaje y Memorias de un espejo, además, dos volúmenes de cuentos publicados posteriormente: El oficio de vivir y Aparente paradoja.
El 21 de septiembre de 1974 —día en que cumplía 63 años— sufrió un accidente en su casa. Dos días después —el 23 de septiembre—, José Alvarado Santos falleció.
De su obra destacan los cuentos: Memorias de un espejo (Chimalistac, 1953), El personaje (Los Presentes, núm. 16, 1955); y El retrato muerto, (UNAM, 1965, Cuentos, UNAM, 1977); sus ensayos: Tiempo guardado (SEP, SepSetentas, núm. 266, 1976) y el interesante conjunto de escritos Visiones mexicanas y otros escritos (FCE/SEP/CREA. Lecturas Mexicanas, núm. 68, 1985).
Es una estrecha callecita de una cuadra —pareciera propia para el tránsito de un carruaje—, la que honra vida y hacer de don Pepe, vía tranquila, discreta y casi perdida en el tráfago cercano a la avenida de los Insurgentes, donde su palabra, sus miles de palabras en la capaz exactitud en el lenguaje ahí germinaron al unísono con la algarabía de la gran cantidad de aves de diversas especies que acudían a comer tres veces al día en una falsa fuente de piedra labrada.
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