En situaciones extremas como las que distinguen a regímenes con tendencias totalitarias, la comunidad científica puede verse orillada a hacer política para mantener la neutralidad política de la ciencia, señaló el filósofo Carlos Ulises Moulines, profesor Emérito de la Universidad de Munich, y quien estuvo presente en una conferencia en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El filósofo quien ha sido distinguido con la Cátedra UNESCO de Filosofía y “Blaise Pascal” de la Escuela Normal Superior de Francia, expuso sobre la relación entre ciencia y política no se ha reflexionado suficientemente por parte de los científicos ni del público en general, a pesar de ser “una relación tensa y compleja”.
Sobre el tema se han dado, por lo general, respuestas superficiales en el sentido, por un lado, de que la ciencia nada tiene que ver con la política, y por otro, de que todo, incluida la ciencia, es política. “Me parecen opiniones muy burdas” respecto a esta complicada relación.
Explicó que la filosofía de la ciencia, propiamente dicha, históricamente no se ha ocupado mucho de este tema, porque su propósito no era reflexionar sobre los científicos como seres humanos, sino sobre sus resultados, sus teorías científicas y por lo tanto, la política no intervenía para nada; sin embargo, poco a poco el tema se ha abierto paso y hoy constituye “un tema interesante para la filosofía de la ciencia porque es mucho más complejo de lo que a primera vista podría pensarse”.
Para el doctor Moulines, la conclusión o epígrafe de esta discusión es que los científicos pueden verse llevados en situaciones problemáticas extremas, que no son las cotidianas de su trabajo –porque normalmente se interesan en la política como cualquier ciudadano, pero no en cuanto científicos– y tener que hacer política para mantener la neutralidad política de la ciencia; es decir, “se ven llevados a hacer un movimiento político para impedir la politización de la ciencia”.
Esto ha ocurrido varias veces en el siglo XX, sobre todo cuando los políticos desarrollan políticas que son claramente irracionales o muy peligrosas y entonces el científico se ve obligado moralmente y como ser humano a reaccionar de manera organizada. “Yo llamo a eso una política reactiva” y un ejemplo claro de esta organización política reactiva de científicos se dio contra el peligro del holocausto nuclear en los años 50.
Al compartir su reflexión sobre el momento actual que vive el mundo en términos del progreso científico y tecnológico vinculado a la violencia dijo que la amenaza del holocausto sigue presente “y esto lo dije desde hace mucho”. La gente creyó que con la caída del muro de Berlín nos podíamos tumbar en la hamaca y pasar a otro tema porque el peligro atómico había terminado y eso es falso.
Es cierto que se distendió el escenario político pero “los cohetes bien cargados ahí están” en Rusia, Estados Unidos, China, India, Pakistán, Israel, y en cualquier momento pueden ocurrir “cambios políticos irracionales”.
Indicó que “estamos viviendo desde hace 70 años con esa espada de Damocles; siempre hay que ser consciente de ello y qué mejor que la comunidad científica” para advertir lo que pasaría incluso con un nuclear táctico “con bombas atómicas tácticas, chiquitas, como la de Hiroshima”, que acabaría con la civilización tal como la conocemos, para no hablar de una guerra estratégica que acabaría con la vida en el planeta.
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