Ante la necesidad del mercado estudiantil nacional y con el programa de textos gratuitos hacen necesario que cada año se concreten en la realidad millones de libros para ser distribuidos a los estudiantes y por ello, se requieren que al día se maquilen 130 mil libros de texto gratuito que son distribuidos desde el año 1959.
Ello es posible en la planta de producción de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), en donde se utilizan 800 toneladas de papel reciclado para la impresión de un sólo título, por grado y por materia.
Y aunque no ha concluido el ciclo escolar actual, del almacén principal ya salen tráileres y camiones con los libros que se utilizarán el próximo año lectivo.
Esta planta se ubica en el municipio de El Marqués, Querétaro, en donde se pueden apreciar una muestra de los ejemplares de la vasta producción que han sido maquilados desde la décadas de los 60.
Los hay de portadas ilustradas con juguetes tradicionales o retratos de héroes nacionales plasmados por David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Alfredo Zalce, Fernando Leal y Raúl Anguiano. O con la imagen casi imborrable de La Patria, esa mujer morena de rasgos indígenas y mirada valerosa que representaba el pasado, presente y futuro del país.
Pero también muestra el presente y un futuro promisorio, pues hay una colección de los libros que conforman la biblioteca de aula, la que se envía a los salones de educación básica, principalmente de regiones indígenas, para fomentar ese hábito entre los niños y contribuir a su formación escolar.
En esta planta 171 trabajadores no deja de elaborar libros todo el año en sus máquinas, prensas, rotativas, encuadernadoras, guillotinas. A lo cual, David Estrada Medrano, director de producción de la planta de Conaliteg, explica el proceso, desde que llegan los materiales en un archivo electrónico hasta que se convierten en libros que meses más tarde estarán en manos de algún alumno del sistema educativo nacional. Aquí se produce 14 por ciento del total de los libros que se distribuyen; el resto es tarea de la industria editorial del país, señala.
En el área de preprensa se revisan los originales en formato electrónico que se reciben, y se envían a una máquina que graba con rayo láser las placas que se colocarán en las rotativas para dar vida a los libros.
En este proceso de impresión interviene también un grupo de jóvenes del CETIS 11-Escuela Nacional de Artes Gráficas del Distrito Federal, quienes cursan un diplomado en sistemas de impresión, y son capacitados en el trabajo de imprenta.
Más adelante, continúa con la explicación, en el centro de esta nave industrial de 17 mil metros cuadrados, están tres rotativas, donde se imprimen las páginas de los libros de texto gratuitos.
Ya con las portadas y páginas impresas, comienza el proceso de encuadernación. Se apilan manualmente las páginas en el orden adecuado, y se llevan a los trenes, que se encargan de unirlas con los forros, comenta el director de producción.
En un área especial de esta planta de producción están dispuestas siete impresoras en sistema Braille, que perforan 90 mil páginas diariamente, para elaborar los libros para personas con debilidad visual.
Una vez terminados, los libros son llevados al área de empaque, donde son guardados en cajas de cartón, que precisan el grado y la materia de los ejemplares que contiene.
De ahí se llevan al almacén, donde se clasifican según los requerimientos de cada entidad federativa para ser enviados a los estados de las regiones norte, pacífico y golfo del país.
Comentarios Cerrados