Aún están allí las estrellas que renombramos,
una luna —espejo— para liberarme del abismo,
el silencio afirmativo de tu ausencia
junto a un cepillo para el cabello
y la rebelde negación de la realidad acumulada.
Aun así, estaré aquí por lo que fuimos.
Hoy puedo hacer cualquier cosa menos olvidar,
porque hay una roca con tu nombre yacente en el fondo del rio,
una balada reaprendida del vuelo de un tzentzontle,
una copa con vino apenas saboreado
y un color con aroma a mujer.
En la pared había una fotografía con tu rostro
—del tiempo en que éramos—
cuando el recuerdo no era vigencia,
cuando el presente era juntos…
Aún estarán allá las estrellas que renombramos,
el viento y el agua en canción, un aleteo libertario,
un bosque hecho en el prado junto al murmullo copiado al río,
el trino de gorrión y una ausencia que, deseo, fuera ajena.
…
Por hoy llevo una laja hundida en el pasado,
una respuesta tartajeante a media voz,
la imagen de una golondrina noctámbula, silenciada,
y un lucero fugado en la guiñada de unos ojo.
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