MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES
Si la mula no era arisca si no los palos fueron la que la hicieron.
Poco revuelo generó el llamado impulso al sector gastronómico, o al menos no fue visto con buenos ojos. Escepticismo puro.
En un país donde la prensa es perseguida y censurada a punta de pistola, sin que nadie se pronuncie en la defensa de los periodistas que son sometidos a tortura y desapariciones forzadas.
Una situación en la que vemos un gobierno desacreditado e incapaz de estar a la altura de las exigencias no solamente internas, si no también globales.
Acompañado del chef Enrique Olvera (Pujol) el Presidente Peña Nieto nuevamente volvió a tener un tremendo desatino, y quiero enfatizar que no se trata de desprestigiar la loable labor que ha desempeñado el laureado chef Olvera. Pero en un país donde resulta mórbido pensar en el fracaso de la cruzada del hambre y el incremento de la pobreza, denostando simplemente las cifras oficiales del INEGI, ONU y OCDE. El fracaso como estadista en mostrar políticas que reduzcan la brecha social entre ricos y pobres.
Esperemos que esto no quede en discurso, pero hablar de la gastronomía puede levantar el dedo en la llaga. Lo sabemos aquellos que por verdadero amor y pasión a la cocina mexicana hemos soportado estoicamente el vaivén de la degradación en la industria de la hostelería.
Soportando los salarios de miseria, la sobredemanda laboral y la poca oferta de posiciones que verdaderamente sean dignas de encumbrar a un chef ejecutivo. Condiciones tan desfavorables para meseros, garroteros, lava lozas, cocineros. Salarios pobres, poca capacitación, carencia de seguridad social, factores desmotivantes.
Incapaces de tomar vacaciones ni días de asueto, mientras la gente se entrega a la celebración nosotros somos aquellos soldados al frente de las trincheras con sonrisa en el rostro no importando las circunstancias personales.
Pero veamos y pidamos que pedir no empobrece. Quiero ver que el gobierno no solo elimine los descomunales impuestos a la elaboración de vinos de mesa y licores mexicanos, que en el caso particular de los vinos mexicanos se otorguen millonarios subsidios a la producción vinícola y que a nivel exterior se logren tratados que eliminen los aranceles a la exportación a mercados europeos, asiáticos y americanos. Como lo han logrado países como Chile, España o Italia.
Queremos ver la protección y registro de productos agrícolas con denominaciones de origen, y abolir de una vez y para siempre la importación y /o cultivo de transgénicos.
Continuemos con la formación autentica de un sindicato nacional que proteja a cocineros, chefs, meseros, maîtres, sommelier, hostess y todos aquellos que pertenecemos a tan noble oficio de la restauración. Y bueno si no es mucho pedir que por favor esté libre de líderes charros que solo han llenado de podredumbre cualquier intento de dignificación social.
Pero mejor parémosle ahí que una simple declaratoria de generar las políticas necesarias que impulsen al sector gastronómico solo nos hace pensar en nuestro México utópico.
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