Aarón Cortés Hernández*
Definitivamente creo y acepto que hay varias formas de cultivar el sentimiento patriótico. Por supuesto que estas formas se dan en nuestra Patria y en todas las patrias del mundo. Gracias al invento de los chinos, la pólvora pasó a formar parte de la más exaltada manera de expresar nuestro amor a la Patria. No sólo el ruido de los cohetes, sino mayormente los fuegos artificiales, que nos deslumbran y por qué no decirlo, también nos dejan impactados cuando en las alturas forman figuras que a veces son los héroes que nos dieron la libertad o incluso pasajes de las gestas libertarias. Cuánto atractivo en el ruido y en el boato, pero creo, como ya se escribió, que la forma silenciosa de manifestar nuestro patriotismo es la más acertada si se dirige en un sentimiento real de amor a la Patria y de honra a nuestros héroes. Es, sin embargo, cierto que el patriotismo silencioso pasa inadvertido para la mayoría de nuestros compatriotas, pero es el más trascendente y sobre todo constructivo. El desarrollo de nuestra nación requiere esta clase de silenciosa muestra de verdadero reconocimiento a nuestras instituciones. ¿El patriotismo silente requerirá de una definición? También creo que no, porque una definición engrosará el volumen quizá no del patriotismo sino del patrioterismo, y eso es otra cosa.
El patriotismo silencioso sólo se puede expresar por auténticos patriotas, por aquellos que ofrecen a su patria y a sus compatriotas el resultado de sus nobles pensamientos; sólo aquellos que velan por el mejoramiento de las normas morales, quienes interpretan las leyes, pero sobre todo quienes las aplican con rectitud. El patriotismo silencioso es aquel que valga la contradicción, pregonan los que con sus contribuciones efectivas en el campo de las artes nos enseñan que en lo filosófico y fundamental de la estética, también se encuentra el mensaje de la justicia y la equidad. Aquellos que en la ciencias y en las técnicas diariamente incorporan beneficios tangibles para la población, los que trabajan en todos los campos de la industria y el comercio, los que laboran en las instituciones de salud, en las de enseñanza, tanto públicas como privadas; los que también estudian, en fin, cuántos patriotas silenciosos en los caminos de nuestro México están participando en el bien común de manera lícita.
Pero también y es justo decirlo aquellos periodistas y comunicadores que levantan la crítica serena, para señalar los aciertos y censurar los errores. Esos deslumbrantes quijotes que como Carlos Monsiváis ahora desaparecido, velan por la dignidad nacional, amparando a los débiles y proporcionando voz a los que no la tienen. Ese es el patriotismo silencioso que describía el mencionado Carlos Monsiváis en su artículo: “De las ventajas de no mencionar a la intolerancia”, decía: “En el siglo XX, los protestantes han sido objeto de maltrato, expulsiones de las comunidades, quema de templos, asesinatos de pastores y feligreses, linchamientos morales. Y esta cauda de salvajismo no ha merecido comentarios de los medios informativos y de la sociedad. ¿Para qué? Pesa demasiado la cultura católica. No se considera a los evangélicos ciudadanos verdaderos,…”. Artículo que publicará la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en su Antología, Protestantismo, Diversidad y Tolerancia.
Quiero en este tiempo de celebración Bicentenaria rendir a todos ellos un tributo por su aportación a nuestra Patria Mexicana, no obstante los desencantos y amargas experiencias que padecieron. A ellos nuestro cariño entrañable por todo lo que nos dejaron, porque padecieron cárcel y hasta el mismo sacrificio de la existencia. Y quiera el Señor de toda la Tierra convertir a los Mexicanos en patriotas silenciosos que, con las virtudes del Evangelio, aportemos lo que hará que México sea la Nación que todos anhelamos. r
*Pastor general de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R.
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