Uno de los ejemplos más representativos de las consecuencias de la sobrepesca en los ecosistemas naturales es el de la anchoveta (Engraulis ringens). Este pequeño pez, muy abundante en las costas de Perú y Chile, se emplea para la fabricación de harina de pescado por su alta calidad, una de las mejores del mundo. La pesca de esta especie creció de manera desmedida en la década de los años cincuenta del siglo pasado, siendo ya en 1960 una de las más importantes en el mundo por el volumen de su pesca, que alcanzaba cerca de 12 millones de toneladas por año.
Sus altas tasas de explotación, junto a las fluctuaciones climáticas naturales –como el fenómeno de El Niño-, golpearon severamente la pesquería, causando en los años ochenta su virtual extinción, al menos desde el punto de vista comercial. Esto afectó no sólo a las poblaciones de la anchoveta, sino también a las especies de aves que se alimentaban de ella –incluidas las especies productoras de gusano como en guanay (Phalacrocorax bougainvillii), el piquero (Sula variegata) y el alcatraz (Pelecanus occidentalis thagus).
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