La organización ambientalista Greenpeace publicó el informe «20 años de fracaso: Por qué los cultivos transgénicos han fallado», ello en cumplir sus promesas en el que a través de experiencias documentadas demuestran cómo los supuestos beneficios de las siembras de organismos genéticamente modificados (OGM) se han convertido en mitos, alejados de las grandes proezas que se anunciaba que traerían.
A dos décadas de que se puso en marcha esta tecnología, los OGM no han logrado combatir el hambre, ni incrementado las ganancias para los agricultores y no existe evidencia científica concluyente que asegure que son inocuos para el ser humano. Al contrario, han demostrado ser grandes amenazas para la biodiversidad y la salud de las personas por el uso desmedido de agrotóxicos que requieren, informó esta organización.
se detalló que en México hasta junio de 2015, las solicitudes para la siembra de transgénicos ante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), en su mayoría son para semillas resistentes a glifosato (en total 92 solicitudes), un agroquímico que recientemente fue reclasificado como probable cancerígeno para el ser humano por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Tras 20 años de su liberación a nivel mundial, el rechazo hacia el cultivo de transgénicos ha cobrado mayor fuerza y en nuestro país no es la excepción. Hasta ahora las siembras de soya y maíz transgénico se encuentran suspendidas gracias a la batalla legal que han dado campesinos, comunidades indígenas y organizaciones de todo el país para evitar los riesgos que suponen estas plantaciones y exigir comida sana” dijo Sandra Laso, campañista de Greenpeace México.
El reporte de Greenpeace señala también la falta de evidencia científica sobre la inocuidad de estos cultivos: “En 2015, más de 300 investigadores independientes firmaron un posicionamiento conjunto diciendo que no había un consenso científico sobre la seguridad de los cultivos transgénicos y pidiendo que por seguridad se evaluara caso por caso, según lo recomendado por el Protocolo de Bioseguridad de Cartagena de las Naciones Unidas y por la OMS”.
A nivel mundial, los cultivos transgénicos son usados en sólo 3% de la superficie cultivable. Datos de la industria de transgénicos indican que solamente 5 países poseen 90% de las tierras de cultivos transgénicos, lo que evidencia que es mentira que su uso sea generalizado en todo el planeta.
“Estamos ante un momento coyuntural a nivel mundial, en el que cada vez más países buscan detener la siembra de OGM, y México está haciendo lo suyo; agricultores y apicultores, así como comunidades indígenas, junto con diversas organizaciones y consumidores, exigimos que las autoridades detengan por completo la siembra de transgénicos”, señaló la activista.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ya suspendió provisionalmente la soya transgénica en la Península de Yucatán, por las posibles afectaciones a los medios de vida de las comunidades y el deterioro de la selva maya y ordenó una consulta informada, libre y adecuada a las comunidades mayas sobre estas plantaciones; además está pendiente la resolución en el caso del maíz transgénico, que amenaza a las 59 razas nativas y las miles de variedades que poseemos en el país, centro de origen de este grano.
“Mientras que los transgénicos han fracasado en los últimos 20 años, la agricultura ecológica ha demostrado ser el camino para la producción de alimentos sanos, que conserven la calidad de los suelos e incentive el desarrollo de las comunidades. Está demostrado que el mejoramiento convencional de semillas ha producido granos que incrementan el rendimiento de los cultivos y que resisten a estreses climáticos, además de prevenir la erosión de los suelos, proteger la biodiversidad, garantizar suelos sanos y sostenibles y medios de vida rural justos y de calidad para quienes producen los alimentos, por lo que es a esta alternativa a la que se le debe apostar con los recursos públicos y privados”, concluyó Laso.
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