Adolfo Montiel Talonia
Entre el rezago festivo decembrino o las blancas heladas con recordatorio de un peligroso cambio climático o por la danza del peso ante el dólar y dificultades del precio del petróleo; así, entre malestares y un pueblo adormilado, la emoción, faltaba el espíritu cálido de vivir. Y llegó un líder, exaltando, reviviendo la palabra y el espíritu de Jesucristo. El Papa Francisco revitalizó la alegría cristiana. Con frases emotivas despertó del letargo a este pueblo. Le inyectó esperanza. Mucha esperanza. Y vivir con dignidad.
Francisco el Papa estuvo en México. Lo recibió el Presidente Enrique Peña Nieto fue recibido en Palacio Nacional en ceremonia de Estado. Charlaron en privado. tuvo encuentros colectivos en la ciudad de México, en Ecatepec, estado de México, con la presencia del gobernador Eruviel Avila. Viajó a Chiapas a un encuentro con pueblos indígenas. Estuvo en Morelia, con jóvenes y el gobernador, Silvano Aureoles. Cerró en Ciudad Juárez, donde se registró una audiencia desbordada de habitantes. Una verbena fue la visita y convivencia.
Sus discursos fueron para dignificar, de fortalecimiento. Citó un ejemplo de conciencia o de himno, entre los alpinistas, dicen “No es grave caerse; lo grave es no levantarse para continuar”. Alegorías como esta se repitieron a lo largo de seis días. En todos los lugares sembró la semilla de la alegría, de la esperanza, “para México, un pueblo que ha sufrido mucho”, dijo.
Tuvo una reunión con los obispos. Fue una junta de trabajo. Frase por frase, Francisco el Papa, era una reconvención o una motivación. Mucha parte del discurso fue de reflexión sobre los desvíos. Les pidió transparencia.
Francisco exaltó la naturaleza rica de México, de la diversidad de naturaleza.
Convivió con todos los sectores sociales.
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