POR: Rafael Cienfuegos Calderón
TESÓN.- La tercera fue la vencida para Andrés Manuel López Obrador. A partir del 1 de diciembre será el Presidente de la República número 85 desde 1824, tras 12 años de mantenerse como un aguerrido político antisistema, por enarbolar la bandera por la justicia y la reconciliación nacional, e impulsar lo que él llama la revolución de las conciencias y un pensamiento crítico y solidario. Después de dos derrotas: 2006 ante Felipe Calderón (que por una mínima diferencia de votos sembró la duda del fraude) y en 2012 ante Enrique Peña Nieto (por amplio margen), el ganador de la contienda política del 1 de julio se dedicó a acusar a ambos gobiernos de corruptos e impunes, a decirle a la gente lo que ésta quería oír, que las condiciones de pobreza, los bajos salarios, el desempleo, el encarecimiento de los alimentos, el gas, la electricidad y los combustibles, el atraso en infraestructura, la violencia e inseguridad, la falta de vivienda, de servicios públicos, de atención médica y la mala calidad de la educación, entre otras muchas calamidades, se debe a la ineficiencia y corrupción de los gobernantes emanados del PRIAN. El ahora presidente electo aprovechó el hartazgo de la gente para erigirse como el salvador de la Nación, la opción de cambio y crearse la imagen de un político impoluto y honrado cuya ascensión al gobierno será suficiente, afirma, para acabar con la corrupción. Y el resultado de su terquedad y la repetición de sus arengas y acusaciones contra Calderón y Peña Nieto, le valieron para lograr su objetivo de llegar al poder. Para entender al López Obrador político y líder de un movimiento que aglutinó a panistas, perredistas y priistas, va la descripción que Ricardo Monreal hizo en Milenio Diario (8-5-218): AMLO es el efecto no la causa, el reflejo no la fuente, el tronco no la raíz, del odio, la ira y la rabia social que recorren el país, desde Tijuana hasta Tapachula… El papel de AMLO en este momento es únicamente ser el guía, ser el faro para que la ola de odio, ira, rabia, hartazgo y castigo que recorre el país por la inseguridad, la corrupción, el desempleo, el empleo mal pagado y otros tantos agravios y frustraciones se traduzca en votos no en balas, y ese tsunami de indignación llegue a buen puerto el próximo 1 de julio, en forma pacífica, alegre y civilizada… AMLO es un dirigente “antisistema” que juega con las reglas del sistema (lleva 12 años bregando en plazas, parques y carreteras del país, sin un vidrio roto y ajustándose a legislaciones electorales cada vez más restrictivas)… AMLO y Morena son la némesis del sistema, no su necrosis.
RESPONSABLES.- Con una derrota tan contundente lo menos que podían hacer (como lo hicieron) Ricardo Anaya y José Antonio Meade, candidatos presidenciales por las coaliciones Por México al Frente y Todos por México (segundo y tercer lugar en la votación), era reconocer el triunfo de Andrés Manuel López Obrador con más del 53% de los sufragios emitidos el pasado 1 de julio. El primero en hacerlo fue el candidato ciudadano del PRI-PVEM-Nueva Alianza y posteriormente el del PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, con lo que desecharon el riesgo de posibles conflictos derivados de una contienda cerrada. A los candidatos perdedores hay que reconocerles la madurez y responsabilidad con que actuaron porque ello permitió dar certeza y confianza a la elección, cuyo proceso estuvo marcado durante las precampañas y la campañas por la confrontación y las descalificaciones que auguraban tormenta política.
EFECTO.- En su segunda participación en una contienda electoral –la primera fue en 2015 para renovar jefes delegacionales y diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en la que se quedó con 5 y 20 cargos, respectivamente- Morena –¿movimiento o partido?- repuntó y se ha colocado como la primera fuerza política del país al ganar la presidencia de la República, la posible mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores, 4 gubernaturas de las 8 que se disputaron, más la Ciudad de México y 11 de las 16 delegaciones que la conforman. Lo anterior fue posible, hay que decirlo con claridad, como resultado del efecto López Obrador, pues de no haber sido por él, muchos de los candidatos de la coalición Juntos Haremos Historia seguramente no hubieran ganado la elección dada su mala reputación.
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