Viene a mi memoria una vieja conseja. El Presidente de la República saliente entrega a su relevo tres cartas. “Cuando las cosas anden mal abres la primera. Encontrarás una recomendación. Si empeoran abres la segunda, la tercera cuando la situación sea crítica”.
Así lo hace el presidente en turno. La primera aconseja: “échame la culpa de todo”. La segunda sugiere: “haz cambios”. En la crisis, la tercera concluye: “escribe tus cartas”.
Pero se supone que semejantes circunstancias habrían de presentarse en seis años de gestión.
Felipe Calderón, que recuerde, no ha responsabilizado a su antecesor, al “presidente del cambio”, de los males que padecemos.
No. El titular del Ejecutivo no lo ha hecho. Pero sí conspicuos integrantes de su equipo.
En cuanto a cambios, están a la vista: salió Francisco Ramírez Acuña de la Secretaría de Gobernación; Mario Sojo, de Economía; de la Secretaría de Desarrollo Social salió Beatriz Zavala y ahora, en un enroque inesperado, sale Luis Téllez de la SCT y llega Juan Molinar Horcasitas, experto en asuntos electorales, legislativos, de seguridad social y de comunicaciones.
Digo enroque inesperado porque opiniones había de que presentaría su renuncia “por motivos de… de cualquier cosa”. Pero no, el exsecretario de Comunicaciones es transferido a un lugar más cercano al primer mandatario, a la asesoría de la presidencia.
Ah, y también se fue Sergio Vela, de CONACULTA, y en su lugar queda la exdirectora del Fondo de Cultura Económica, Consuelo Sáizar, dama nayarita a quien deseamos la mejor de las suertes.
Estos hechos no son inéditos. Acudo a mi memoria en busca de un gabinete estable. El último, me parece, fue el de don Adolfo López Mateos.
Con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, impactante fue la salida del regente de hierro Ernesto Uruchurtu.
En los tiempos de don Luis Echeverría, pronto dejó el cargo el secretario de Hacienda, Hugo Margain. Acaso sea uno de los gabinetes con más movimientos, pero algunos secretarios se fueron a gobernar sus estados: Carlos Torres Manzo, Michoacán; Manuel Bernardo Aguirre, Chihuahua; Jorge Jiménez Cantú, Estado de México; Rafael Hernández Ochoa, Veracruz; Leandro Rovirosa Wade, Tabasco.
Hubo más, en ese equipo de trabajo. Obedecieron a estrategias electorales. Fue el caso de Porfirio Muñoz Ledo, salió de la Secretaría del Trabajo para presidir el Partido Revolucionario Institucional; Augusto Gómez Villanueva, se fue a la Secretaría General de ese instituto político, dejó la Reforma Agraria; Hugo Cervantes del Río, cambió la jefatura del Departamento del Distrito Federal por la presidencia del PRI capitalino.
El tema da para más, mucho más. En entrega posterior habré de referirme a relevos ocurridos en los equipos presidenciales que sucedieron a los comentados.
Cada movimiento tiene un significado de acuerdo a las circunstancias. En algunos casos son simplemente acomodos, los hay que obedecen a luchas por el poder, de grupos políticos y/o económicos, no faltan los que encuentran sus causas en frivolidades. Creo que no es el caso de Luis Téllez, por más que pudiera parecerlo.
Hoy el asunto es del mayor interés. Se supondría que el Presidente Calderón acudió ya a dos de las tres recomendaciones. Se las hayan dejado o no.
Las circunstancias, ah, las circunstancias, diría José Ortega y Gasset, son harto complicadas. Y conste, los hechos se dan cuando encuestas aún confieren un buen nivel de aceptación al Presidente Felipe Calderón.
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