Es común escuchar o leer sobre casos en México y el mundo que generan desconfianza sobre los alimentos que se están consumiendo. Es por esta razón, que organismos e instituciones como SGS México trabajan para impulsar medidas y prevenir el fraude alimentario.
Solo en 2017, el Food Fraud Report de la Unión Europea, reportó que se produjeron 597 casos de fraude, entre ellos el incumplimiento a clasificados como actividades fraudulentas a lo largo de la cadena agroalimentaria y otras relacionadas con cualquier otro incumplimiento, por ejemplo, importaciones ilegales la mayoría de ellas, no declaradas o que no cumplen con las normas exigidas en la UE, así como el etiquetado incorrecto.
Al respecto, Pablo Lomelí, Director de Agricultura, Alimentos y Vida en SGS México, define al Food Fraud como la adulteración y contaminación de los alimentos, accidental o intencionalmente.
Dijo que “el fraude alimentario o la adulteración motivada económicamente (EMA), como lo denomina Food and Drug Administration (FDA) agencia del gobierno de los Estados Unidos, se define como la venta de productos alimenticios que no cumplen con los estándares reconocidos para generar ganancias financieras.
La calidad e inocuidad de los alimentos explica que el fraude alimentario puede incluir «la adición de sustancias inferiores o extrañas a un alimento, la dilución con agua o el etiquetado incorrecto intencional de los productos alimenticios. Este tipo de prácticas nunca han sido aceptables. En el procesamiento y la producción de alimentos del siglo XXI es identificable y prevenible. Los avances en tecnología significan que demostrar la autenticidad de los productos alimenticios nunca ha sido tan fácil”, puntualizó.
La presencia de ingredientes inesperados puede ser el resultado de una contaminación (fraude) deliberada, un error genuino, la falta de capacitación en la identificación de materias primas, el control insuficiente en la cadena de suministro o los controles de documentación. En los últimos años, el fraude alimentario se ha convertido en un problema mucho mayor para los consumidores, pero fuentes señalan que el Food Fraud ha existido desde 1784.
Las ramificaciones del fraude alimentario pueden abarcar desde daños a la reputación de la marca, daños a los ingresos de los negocios minoristas de alimentos y establecimientos de procesamiento hasta complicaciones de salud para el consumidor debido a su impacto en la seguridad alimentaria. El impacto del fraude alimentario en el mundo asciende a más de 50 mil millones de dólares.
Entre los incidentes de fraude más sonados se encuentra el de 2007, donde hubo un caso de fraude alimentario en el que el gluten de trigo que se usaba en los alimentos para mascotas estaba adulterado con melamina, lo que causó enfermedades y muertes de miles de mascotas en los Estados Unidos. Como resultado, la FDA detuvo todas las proteínas vegetales importadas de China destinadas al consumo humano y animal.
El escándalo de la leche china en 2008 fue un importante incidente de seguridad alimentaria. La leche y la fórmula infantil estaban contaminadas con melamina. Afectó a unas 300.000 personas, incluidos los bebés.
El fraude alimentario está en cualquier parte del mundo y afecta a todo tipo de alimentos, pero hay un grupo de productos que son especialmente susceptibles a las adulteraciones, por el etiquetado incorrecto o las falsificaciones. Es un grupo formado por 12 alimentos que tienen un mayor riesgo de fraude, jugos de frutas, aceite de oliva, especias, café, miel y jarabe de arce, pescado, té, leche, alimentos ecológicos, vino, arroz y carne.
El directivo de SGS México, dijo que existen varias rutas para demostrar la autenticidad de los alimentos, así como para reducir el riesgo de adulteración y contaminación, dos rutas clave son:
- Esquemas de seguridad alimentaria.
- Ensayo y análisis de especies.
La sustitución de alimentos por otro tipo de alimentos es común. Un sistema de gestión de seguridad robusto puede ayudar a asegurar que el pescado y los productos cárnicos, entre otros, sean lo que dicen ser.
Aunado a que, dijo, aprecia dos caminos para identificar y prevenir el fraude alimentario.
Esquemas de seguridad de alimentos, donde de manera muy puntual las cadenas de suministro de alimentos empleen políticas y procesos para asegurar que las materias primas son de la calidad requerida.
Así como la identificación de especies. El análisis de secuencia de DNA es una de las mejores herramientas en la actualidad para proteger operaciones, clientes y consumidores con el fin de eliminar el fraude alimentario. Estas pruebas no sólo ayudan a confirmar la autenticidad de las especies con un soporte biológico perfectamente desglosado, mejorando la trazabilidad, también mejorando la certeza de las especies como se requieren para su etiquetado.
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