En una versión menos común del héroe, príncipe azul y caballero que entrega su vida por la mujer amada, existe la idea -romántica- de que en un naufragio es de verdaderos caballeros ceder su lugar para que mujeres y niños se salvaran.
De hecho, el más citado ejemplo es el caso del Titanic, en el que de los sobrevivientes, aproximadamente 490 (un 70%) eran mujeres y niños. Sin embargo, no es únicamente el ejemplo más citado, por el contrario, es prácticamente el único caso de dicha muestra de valentía varonil.
Según una publicación en el libro Proceedings of the National Academy of Science, se realizó un estudio de 18 desastres o naufragios a lo largo de 159 años (de 1852 a 2011), con un total de 15 mil pasajeros, en el que resultó que esos amables caballeros son únicamente un mito.
Lo habitual en este tipo de situaciones es que los primeros en brincar del barco sean –nadie más y nadie menos – que el capitán del barco y los miembros de su tripulación, y una vez que éstos se encuentran fuera de problemas, la suerte (o la probabilidad) de supervivencia ha sido del doble para hombres que para mujeres.
Así que ya saben, si algún día se encuentran en esta situación, lo más recomendable no es hacerse el valiente, ni esperar que alguien te ceda el lugar, sino aplicar el “sálvese quien pueda”.
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