Mexicanos Primero se pronuncia en contra de todo acuerdo político-electoral en el cual se pretenda negociar el futuro de la niñez y la juventud a cambio de votos. La insistencia de Andrés Manuel López Obrador en reducir todo el proceso de transformación educativa a un sexenio, el sexenio a una ley y la ley a una disposición, ya no puede atribuirse a la ignorancia del candidato y de su equipo, sino a una estrategia mediática basada en la mentira, la excesiva simplificación y la selección discrecional de adversarios.
En el evento de ayer en Guelatao, en medio de propuestas de apoyo, el discurso en su punto seis hace una promesa de “cancelación”, dirigida a quien entiende el magisterio como un grupo corporativo, sujeto a la obediencia y el pase de lista, de espaldas a la transparencia y la rendición de cuentas. Es un paso atrás en el reconocimiento de los docentes como profesionales.
Esa promesa atrae a figuras que dirigieron las peores versiones del ataque a la educación pública y privatizaron sus plazas: el exlíder de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Oaxaca, y los remantes del círculo de la Profesora Elba Esther Gordillo y su desprestigiada dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
La coalición que encabeza Morena y estas cúpulas sindicales venidas a menos se pretenden servir mutuamente con una promesa que sabotea el derecho de las niñas y los niños a una educación de calidad, y que también violenta el derecho de maestras y maestros a ingresar al servicio educativo y obtener sus promociones por esfuerzo propio. Por más que quieran forzar la interpretación, “cancelación” no es sinónimo de iniciativa o consulta. Ese doble discurso, esa incongruencia deja como una simulación -que el propio candidato desacredita- las respuestas recibidas en el ejercicio de preguntas hecho por algunas organizaciones de sociedad civil.
La “cancelación”, que al máximo sería un ilegal incumplimiento unilateral, no apela a la inteligencia de los maestros, sino busca capitalizar su molestia y eventual ofuscación. Menos aún puede ser apreciada por las familias, pues los cambios recientes en la profesión docente brindan la posibilidad de que las hijas y los hijos de México cuenten con mejores maestros; no con otros maestros, sino con estos maestros, los del presente, involucrados en una dinámica de permanente crecimiento, reto, exigencia y satisfacción. Arrebatar esta esperanza, que con tropezones y torpezas en la ejecución se va concretando en el país, debe en congruencia denunciarse.
La evaluación es un episodio de la formación, no su finalidad; pero en su ausencia sólo la opacidad, el abuso y la simulación prosperan. Defender el derecho de los niños a aprender pasa también por asegurar que sus maestros ejercerán su derecho a contar con oportunidades significativas de aprendizaje como profesionales.
Decimos no al intercambio de niños por votos, decimos sí a anteponer los niños a los partidos. Por ello llamamos a las familias de México a que se involucren y exijan lo que es el derecho humano y constitucional de sus hijos.
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