La fuente de la eterna juventud de las frutas podría estar en la cutícula, una delgada capa protectora que se encuentra en la superficie más externa, cuyo mecanismo molecular de biosíntesis está siendo estudiado por científicos del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) unidad Hermosillo, Sonora, en la zona fronteriza norte de México.
Ello a través del proyecto Elucidación del mecanismo molecular de biosíntesis de cutícula utilizando como modelo frutas tropicales, los investigadores analizan qué genes intervienen para que la cutícula permanezca en estado funcional, permitiendo que las frutas —una vez cosechadas— se conserven por mayor tiempo.
Esta investigación, a cargo del doctor Martín Ernesto Tiznado Hernández, es financiada por la Convocatoria de Investigación en Fronteras de la Ciencia 2015 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y contempla analizar el material genético de la guanábana, la papaya y la pitahaya para hacer alteraciones que permitan aumentar la vida poscosecha.
De acuerdo con el artículo «Composición, fisiología y biosíntesis de la cutícula en plantas», elaborado por el mismo Tiznado Hernández y otros colegas del CIAD, la cutícula tiene funciones importantes en la vida de anaquel de los productos, pues evita la acumulación de agua y partículas de polvo con el fin de mantener limpia y seca la superficie de las plantas o frutos.
Además tiene un papel termorregulador en las interacciones de las plantas con el ambiente y las protege contra los rayos ultravioleta. La cutícula participa en las interacciones planta-insecto y ayuda a evitar la proliferación de microbios patógenos, también activa el mecanismo de defensa.
El investigador refiere que el proyecto que está arrancando busca desarrollar protocolos y diseñar una estrategia que les permita modificar la cutícula de la fruta. Para ello analizarán los genes, especialmente los factores de transcripción, debido a que son los controladores maestros de muchos procesos.
México es el principal productor de guanábana en el mundo con una cosecha superior a las 19 mil toneladas anuales, según el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).
Es el principal exportador mundial de papaya, pues en 2014 envió 121 mil toneladas a Estados Unidos generando una derrama económica de más de 580 millones de dólares, de acuerdo con la organización Propapaya. En tanto, en el territorio se cultivan alrededor de dos mil hectáreas de pitahaya, de las cuales se obtiene una producción de casi siete mil toneladas.
Estas y otras frutas podrían abrirse más camino dentro y fuera del país a través de la creación de variedades con periodos poscosecha más prolongados, que permitan su traslado a otras latitudes y su comercialización en buen estado.
En esta investigación a la fecha, ha realizado el transcriptoma de la epidermis de mango usando tecnologías modernas de secuenciación masiva, que ha permitido generar importante información sobre los genes que participan en la síntesis de su cutícula, en tanto que ha seguido de cerca el trabajo del doctor Jocelyn K. C. Rose, de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, que ha centrado su investigación en estudiar la participación de diversos genes en la biosíntesis de la cutícula de diversas frutas.
Este trabajo de largo aliento consta de tres etapas. En la primera se realizará el transcriptoma y se analizarán los cambios en los componentes cuticulares de guanábana; mientras que en la segunda y tercera etapas se realizará lo mismo para la pitahaya y la papaya. Cada una se llevará a cabo en un tiempo estimado de dos años de ejecución.
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