En el Centro de las Artes Indígenas (CAI) de Veracruz, la cultura totonaca se concibe como un árbol que representa la vida familiar y comunal, cuyas raíces se hunden en el origen cósmico y la memoria mítica, mientras el tronco “es el sostén en el plano físico, el argumento de los saberes que hoy se practican”. Aunque el follaje “ya no es frondoso, sigue brindando conocimientos a las nuevas generaciones”, que son los frutos, mientras que las flores son la manifestación del arte.
Estos son algunos de los valores de la cultura totonaca que rigen al CAI, un espacio diseñado para preservar los conocimientos ancestrales de esta comunidad indígena, que hace más de un lustro los ancianos consideraban que “la semilla, la luz de su cultura estaba a punto de apagarse”.
Organizado en 16 casas-escuela, en el CAI se enseñan las distintas artes totonacas, como son la “palabra generosa” (idioma), poesía y narración oral, alfarería, textiles, pintura, arte de la curación, danza, música, teatro y cocina tradicional, entre otras. Dicho esquema fue incluido, el pasado 4 de diciembre, en el Registro de las Mejores Prácticas para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
De acuerdo con Francisco López Morales, director de Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), instancia que junto con el Gobierno de Veracruz presentó el expediente de candidatura del CAI, en marzo de 2011, “la importancia de la inclusión en dicho registro, radica en la pauta que marca la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, para la conservación del patrimonio vivo, y que acogen todos los Estados parte”.
En este sentido, el Centro de las Artes Indígenas “El esplendor de los artistas” (Xtaxkgakget Makgkaxtlawana, en totonaco), instaurado en 2006, se ha convertido en un modelo a seguir en la región por sus aportaciones a la conservación y trasmisión de un patrimonio vivo, y el impulso de la creatividad artística, destacó Francisco Acosta Báez, director fundador del CAI.
El CAI, que reproduce un poblado tradicional totonaca o “cachiquín”, fue inaugurado el 12 de octubre de 2007, en el Parque Takilhsukut, aledaño a la Zona Arqueológica de El Tajín, bajo el auspicio del Festival Cumbre Tajín y como una forma para desarrollar acciones encaminadas a preservar la sabiduría de los ancianos de la comunidad totonaca, luego de que ellos manifestaran, en una consulta hecha en 2006, su preocupación ante el riesgo de la pérdida de sus tradiciones.
Para los totonacas es determinante el vínculo con la naturaleza, anotó Francisco Acosta Báez, tras subrayar que por ello el Consejo de los Abuelos concibe “el desarrollo de manera propia, la relación con la tierra y el agua, la salud, las plantas y los árboles, el comercio y el mercado”.
“En sus experiencias de vida, las y los abuelos guardan y transmiten la memoria mítica, el origen cósmico, el ordenamiento de valores, allí está la fuente inagotable de lo que somos; lo que nos dejaron como legado, lo que sabemos”, abundó el director fundador del CAI.
Otro ejemplo del rescate y fortalecimiento de las tradiciones, dijo, es la Casa del Arte de Sanar (Puma’akgsanin), donde se estudia la herbolaria, además de técnicas de las parteras, sobadores y temazcaleros; a su vez, en la Casa del Mundo del Algodón (Pulhtáwan) no solo se hacen textiles en telar de cintura sino que “se ha recuperado la relación ancestral con la planta nativa de algodón”.
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