En el amplio espacio de las culturas diferenciadas a donde llegó la influencia, está la imagen de Jesús “el Cristo”. En el México múltiple, a partir de la catequización hispana, su realización quedó en el carrizo y pulpa de caña, con esqueleto de cañas y músculos de códices, de madera tallada y estofada, de piedra, de fierro dominado con el fuego, de pasta, plata, oro, ónix, jade, obsidiana, resina, vidrio, barro crudo y/o cocido y vidriado… en los bordados; pintados sobre papel, tabla, amate, tela, conchas… monumentales o en expresiones mínimas; labrados, grabados, esculpidos, llevados a la danza, a la música, a la poesía, a la literatura.
Representados con los materiales disponibles, los Cristos mexicanos son los únicos con herida en la mejilla, efecto de la ponzoña habida en los labios del amigo mendaz depositante de un beso en el rostro del maestro -para reconocerlo ante los demás-, sobre la carne santa que repulsa la falsía en la amistad trastocada.
De nada sirvieron el vino compartido y el pan llevado de mano en mano, las sonrisas, los silencios en la meditación, el polvo del camino que hermanara las sandalias al unísono con la sed en las gargantas resecas.
Y hubo un tiempo en que lo cotidiano formó una nueva familia, un lazo tierno, el vasallaje mutuo afianzado durante las distancias acortadas y el embate del viento que agitara las cabelleras, las tiendas y los sueños, que puliera las piedras del camino requemadas por el sol ardiente hasta dorar los abrojos y enceguecer bajo los muros rústicos.
Años para desbrozar la palabra y sintetizar el origen, medio y fin de la vida humana, de las bestias, del sembradío en dónde obtener un símil para la ofrenda viviente, reunidas en el rito al abrir un nuevo y desconocido afluente.
El amigo no es más ni es menos que el hermano, el amigo en México es un romance puesto en balanza con saeta inexistente, es vida sagrada, respuesta sin rebeldía y concierto de ideas.
Por ello los cristos mexicanos resuman sangre –a veces es gran afluente-. Un hombre jamás le falla a su cuate, a su manito, a su carnal; él es parte principal, elemento vital para crecer y lograr la armonía en la propia trascendencia.
Para un amigo nunca la mentira, menos la ofensa: un amigo es ara sagrada en la cual depositar los ideales puros y sin él, la vida es poco menos que polvo en los ojos de una mirada vacía.
Por ello los cristos mexicanos sangran la mejilla al contacto de los labios traidores, derrumban todo pasado y carcomen la pureza del ideal, del compartir, de ser uno entre varios.
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