NUESTRA HERENCIA INDIGENA
¡No, si la culpa no es el indio!, si no el que lo hizo compadre.
Muchos mexicanos reniegan de su herencia indígena, es como si existiera una enorme brecha entre “el nosotros y el ellos” .
Es absurdo como es que los españoles vinieron con una sarta de estupideces en la cabeza y cual semidioses decidieron determinar las castas en la nueva España, no sin olvidar que dentro de estas castas se encuentran dos razas más que se diluyeron entre nuestra sangre. Una que es la tercera raza hermana que nos conforma en nuestro mestizaje, que es la raza negra y la cuarta alguna que nunca mencionó el gachupín que cargaba consigo a lo largo de 700 años es decir la sangre árabe y sin olvidar alguna vez la mezcla incluso de los romanos y celtas que pisaron las tierras ibéricas.
De blancos, indios y negros, hasta llegar a criollos, mulatos, chinatecos y saltapatráces, yo tras tantas variedades de mezclas se fue formando una nación y a su vez un gen, el gen del mexicano moderno.
Es de entenderse ese sentimiento que no logramos ver un sentimiento duro y de inferioridad que existe en nuestros hermanos puros de sangre, los indígenas de diferentes etnias a lo largo de nuestro país. No pasa día con día que no les endilguemos una forma de discriminarlos y hacerlo entre nosotros mismos, ¿cuántas veces no vemos al gordo prieto microbusero con rasgos totonacos decirle al otro chaparro prieto taxista que se le cerró en el camino: “¡órale pinche indio!”?, y espero no juzgue mi opinión al ejemplificar con un cuestionamiento tan cargado aspectos discriminatorios.
Y es que con esto a que quiero llegar, bueno es que como bien dice el dicho en el pecado llevamos la penitencia y algunos más que otros, sobre todo cuando vemos a la señorita chic acompañada del galán hipster condesero (y vuelvo a ejemplificar con estereotipos), pidiendo sus lattes deslactosados descafeinados y azúcar light en el Starbucks de la esquina.
Estudios recientes efectuados en diversas universidades del mundo han revelado que en casos particulares como es el de México existe un alto porcentaje de personas con intolerancia a la lactosa y otro creciente número de personas celiacas. Y no dejando de contabilizar la enorme cantidad de personas con hipertensión y diabetes.
En esta ocasión la obesidad quedara fuera de los casos y que aunque dentro de los estudios también podría vincularse a la misma, basaremos los anteriores a cuestiones históricas.
Es así que los países europeos que a lo largo de siglos lograron la sedentarización, la domesticación de plantas en especial cereales y animales (ganado), también lograron codificar los genes que les permitiera aceptar sin problemas los lácteos y cereales, por otra parte el mexicano escasamente tenemos contacto con estos alimentos por no más de 500 años, por lo que ha expuesto la carencia de códigos en la genética de una gran cantidad de mexicanos que les permita tolerar la lactosa en el caso de la leche o del gluten por parte de los cereales; preocupante aún más la inserción de genes hereditarios con predisposición a la intolerancia misma.
Caso con el cual continuaremos hablando, y aprovechare para utilizar un común dicho:
“El que no tiene y de pronto llega a tener, loco se quiere volver”
Y es que con esta frase remontare a la época de la colonia que en sus momentos de auge agrícola y de explotación, se llegó abusar en extremos mórbidos del consumo de la caña de azúcar ya procesada en piloncillos y de la carne de cerdo, cosa ajena a las tradiciones ancestrales de los nativos mesoamericanos que carecían de la caña de azúcar o de fuentes proteínicas tan abundantes y grasosas.
A lo largo de trescientos años el mestizaje también dejo marcado códigos en nuestro ADN con proclividad a la diabetes y a sufrir problemas del corazón.
Así que sí usted tiene alguno de los problemas antes mencionados no olvide bien cuáles son sus raíces.
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