PENSAMIENTOS DE FIN DE AÑO (1)
Rondando los escasos días de diciembre, que se deslizan por las manos cual chorro de agua, empezaré una serie de reflexiones concernientes al cierre de un ciclo de vida.
Seré crudo al mencionar lo siguiente, pero para todos aquellos que han leído esta columna en asuntos gastronómicos, la vida no depara mucho para una profesión que se asemeja a un mal matrimonio. Se exige mucho de sí y se desgasta y aun cuando uno está dispuesto a dar todo de sí es la carrera misma que da bofetadas a mano limpia.
De holgazanes y soñadores están repletas las universidades de gastronomía. Un nutrido grupo de burdos holgazanes que prefirieron seguir sus pasos en la gastronomía por no querer esforzarse y dar más de sí en cualquier otra disciplina (rumiantes bípedos).
De soñadores, porque realmente es tal su nobleza y su amor por el arte culinario, la ciencia de los alimentos, que es tal su gusto que se ciegan a realidades concretas.
Difícilmente podrán recuperar lo que han invertido en sus años de carrera.
Contrario a lo que creen sus primeras ofertas laborales escasamente superaran los salarios mínimos.
Serán tan obtusos que estarán dispuestos a pagar sus propias prácticas laborales, con la engañosa idea de estar colaborando en prestigiados establecimientos, anhelando ser contratados al final de sus prácticas.
No es lo mismo ser actor que espectador y la vida en las cocinas se vive con toda la intensidad de un actor teatral, mientras que, del otro lado, siempre estarán los espectadores sentados esperando disfrutar de la obra a presentarse.
Una vez que lleguen a niveles medios remplazarán a los cocineros viejos con experiencia ¿Por qué? Porque resultara más económico pagarles a ellos que a un ya formado chef que exige por su trabajo y tiempo un justo sueldo.
Pero lo más triste es que al cabo de unos años ese joven chef también llegará a ser experimentado y ya no tan joven y será remplazado por uno mucho más joven y con la mitad del sueldo.
Si por más que se diga siempre habrá alguien dispuesto a hacer lo que uno hace por menos dinero y más exigencias en las cargas laborales, turnos y días de servicio.
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