La angustia. Resina sobre papel. 31.6 x 44 centímetros.
¿Cuál es el grano de arena que forma un montón? ¿Cuántos cabellos caerán para denominar calva? ¿Cuál es el momento en que perdurar en una empresa privilegia el calificativo de estable y no el de conformista? ¿Cuántos golpes hay que dar para demostrar carácter antes de ser un neurótico violento?
¿Hasta dónde el comportamiento determina a la excentricidad que más allá nombramos estupidez? o ¿son la vestimenta y la fama lo que avala una diferencia bien vista?
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Del vaso escurre un chorretón de anegante rubí sobre las palabras inútilmente esparcidas en el pido.
Sus ojos -la mirada puesta en otro espacio- vacíanse de pasado y recorren la habitación vibrante con la voz de McGuire que hiende el silencio letra a letra del discurso guardado para ese momento y que la realidad estropea bajo las luminarias enceguecedoras, fútiles, intemporales.
La partitura solaza al dolor, cumple la búsqueda incesante por una razón para el fracaso que engrandece el sentimiento y lo equipara a los clavados en la historia grande, la surcada con el llanto y los suspiros adolescentes.
-ooo-
«… o harás de esta vida, tumba,
y de la tumba: morada».
José María Napoleón
«Con soberbia informada, posición civilizada y culta -diríase comedida-, negamos en lo propio y rechazamos en ‘el otro’ la actitud romántica, todo matiz de inclinación religiosa, el jalón constante de los instintos, la vitalidad tribal, cualesquier presunción de diferencia entre semejantes; callamos vanamente nuestros temores acendrados y el dolor por las ausencias. Junto con la certeza de la vulnerabilidad ocultamos la ignorancia con peroratas a los cuatro vientos, a los cinco rumbos y nuestra singularidad bajo el disfraz de la moda.. Escondemos en los vericuetos del cerebro la consciencia de nuestra desnudez vergonzante adquirida con un mordisco a una manzana vedada junto al lenguaje procaz y los hechos fallidos.
«Archivamos el discurso sobre la materia corrompible que soporta lo marchito de nuestro espíritu a pelo sobre trivialidades engrandecidas e iras soterrada en formalismos de virtudes inexistentes y capacidades nulas.
«Al final, membretada de humildad, la bestia ancestral marca con su baba el sendero del hacer».
Don Cú
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Junto a la tumba de Eva
Adán.- Dondequiera que ella estaba, estaba el Paraíso.
Mark Twain
El diario de Eva
Obras completas, tomo II, Aguilar.
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