Desde las amplias plazas rituales de la era precolombina a las modernas macro plazas: plaza de barrio o de colonia, de función específica o de uso múltiple; de armas, día de plaza… Plaza, sinónimo de mercado en el habla popular representado actualmente por “el tianguis”. “Con sus más y sus menos, las plazas mexicanas son el resultado de dos principios fusionados, el amplio espacio al frente de los templos prehispánicos y el área ideal fincada durante el Renacimiento con la proporción variada de dos a uno y de tres a uno…”1
“El 27 de diciembre de 1789 con motivo de la proclamación de Carlos IV, de Borbón, rey de España, el virrey, don Juan de Güemes y Pacheco, segundo conde de Revillagigedo, ordenó desalojar la plaza principal (el Zócalo) de todos los puestos ahí erigidos y celebrar dignamente el acontecimiento. Al término de la celebración los comerciantes ya no pudieron regresar a sus espacios trasladándoles al cercano espacio denominado ‘el volador’ donde ya estaban preparados los cajones correspondientes en espacio cerrado.
“Con las obras de re-empedrado aparecieron la gran piedra solar (El calendario azteca) y la Coatlicue…”2
Y ante la variada muestra de plazas mexicanas, viene el recuerdo el verdor vital en el jardín principal de Tepetongo3 (Zacatecas) donde don José Cupertino González Muro precisa que la fecha para la fundación de la Villa de San Juan Bautista de Tepetongo corresponde al 8 de junio de 1596, en tierras son compradas por el capitán don Juan de la Torre. Ahí y entonces el amigo —y cronista de la población— nos anticipa de la próxima y anual llegada de las golondrinas a este valle emplazado en un “asiento de olla”.
Al lado derecho de la entrada, en la fachada del templo de San Juan Bautista —de estilo gótico— cuya autorización de edificación consta en el año de 1832 con encomienda constructiva al alarife Dámaso Muñetón (González), el labrado en una placa de cantera informa que, insertos en el muro, están los restos del maestro constructor a quien le otorgaran post-mortem el título de arquitecto «honoris causa» en merecimiento a su amplia labor en la región. La sombra de su aguja campanera sobre la blanca plataforma reta al ardiente mediodía al lado izquierdo del amplio espacio arbolado con andadores cercado por espacios ajardinados para abrazar a un quiosco donde la pequeña orquesta pueblerina recreara el disfrute dominguero de la sociedad tepetonguense.
Plaza apacible para una voz en casi susurro. Espacio de luz y sombra, temporalidad latiente ante el paso de “el Santísimo” pregonado por la campanilla del monacillo. En el corredor exterior el clamor del paletero, del vendedor de dulces o de los regionales “duros”4 , del “bolero”, de los niños con sus juegos y todavía —por fortuna— el rítmico paso de los caballos, traen los aromas y sonidos de una buena plaza pueblerina agobiada por el ardiente sol del mediodía.
1 Página 36, “Tratado curioso y docto de nuestras mexicanísimas plazas”, de Anthinea Blanco y Reed Dillingham, editada por CVS Publicaciones en México 1966 para Seguros Tepeyac.
2 Ídem, página 38.
3 Voz del náhuatl derivada de Tepitonco, significa: “lugar construido sobre tepetate”, “lugar del cerrito o piedras apisonadas” o “en el empedrado”. Algunas versiones afirman que Tuytan es el nombre original de la localidad a la que los primeros grupos asentados en ella dieran el nombre de Tuhichan, posteriormente Hacienda de los Torres, Estancia de Tuichan y hoy, Villa de San Juan Bautista de Tepetongo con fundación hacia 1590 y municipio por decreto del 3 de diciembre de 1823.
4 El “duro” es un trozo de chicharrón de cerdo cubierto con salsa picada.
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