Neologismo prodigioso en dos colores distinguido,
ombligo fundado por un ejército marrón recién llegado
con la gris cantera de los mexica
y el aporte pétreo del rosa otomí
escriturados en la porciúncula*de su templo
al Corpus Christi y su convento para el refrigerio.
Tres nudos franciscanos distinguen su pila bautismal,
otras tantas cicatrices de vida fluyente sustentarán dos orígenes**
y del lado por donde está el sendero del sol
recorre el espejo tranquilo para la luna amalgamadora de promesas
—ondulante repetición de las canteras en las Iztacalas—
arrulladas en el vientre acuoso de “El Pilar”.
Inicio de una historia inmensa, acuñada
con un neologismo mágico en dos colores distinguido
(con la gris cantera de los mexica
y el aporte pétreo del rosa otomí)
con voces de codorniz y de jilgueros,
en barroco estilo para un rostro nuevo.
*Puerta norte de la Parroquia, ahora Catedral.
**Al norte, el ahora conocido con el nombre de río Tlalnepantla, al sur el Tepetzalatl rebautizado “Los Remedios” y el de San Javier.
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