En muchos hogares del país, hay un momento que siempre pasa a la historia familiar: el día en que un hijo(a) parte con el fin de cursar una licenciatura, principalmente a urbes como la Ciudad de México (CDMX), sitio que alberga a l mayor y mejor cantidad de planteles escolares de nivel superior.
Por un lado, confirma una visión centralista de la realidad mexicana, en la que se asume que la capital nacional es el lugar donde residen las mejores condiciones y oportunidades para el futuro profesionista. Pero, ello, ha contribuido a una gran sobresaturación del sistema universitario capitalino.
En la capital mexicana se ubican las universidades de mayor prestigio, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), en donde el acceso a sus aulas no está garantizado. A la UNAM sólo ingresa el 20% de los aspirantes a la licenciatura, y el IPN recibe a casi el 30%, de acuerdo con estimaciones oficiales.
A la dificultad para asegurar el ingreso, los jóvenes del interior del país deben sumar otro factor: los costos asociados a una mudanza por razones académicas.
Según cálculos del Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), en una universidad privada, la inversión en una licenciatura, (es decir, el costo por todo el periodo de estudios) puede ir desde los 125,000 pesos (6,250 dólares) hasta los 930,000 pesos (46,500 dólares) –dependiendo de la disciplina a estudiar, no obstante, en carreras como Medicina y Arquitectura, los gastos pueden ser aún mayores.
Mientras que en una institución pública, el costo total de la formación universitaria (la inversión durante toda la licenciatura) puede rondar los 30,000 pesos (1,500 dólares), incluyendo materiales. Sin embargo, para una buena parte de los estudiantes que llegan a la ciudad de México, el desembolso no terminará ahí, ya que tendrán que añadir costos de renta (y sus correspondientes pagos de servicios), alimentación, transporte y necesidades en materia de salud.
Afortunadamente, y a diferencia de lo que pasa en otras esferas públicas del país, el centralismo en la educación superior es un desafío que pierde terreno:
En México, el sistema de universidades privadas –según estudios oficiales– está creciendo en forma sostenida en todas las entidades del país, y lo hace con mayor calidad educativa y creando planes académicos que se enfocan en las necesidades locales y regionales (lo que aumenta las posibilidades de empleo en la zona).
Las instituciones privadas ya atienden al 29% de la matrícula universitaria nacional, informó la Secretaría de Educación Pública.
Actualmente, la red de universidades privadas ya incluye a más de 3,000 escuelas repartidas en todo el país.
Además de los bien conocidos programas de becas, en muchas instituciones privadas de los estados del país se ofrecen financiamientos especializados que facilitan el pago de una licenciatura completa.
De ahí que se estime que para acceder a una educación superior de calidad, los jóvenes mexicanos no están obligados a realizar una mudanza. Sino que puedan estar cerca de casa y sin tener que comprometer el presupuesto familiar y se encuentren en entornos totalmente favorables a su vida diaria.
Comentarios Cerrados