(Un paréntesis a manera de entrada)
Creatura de vida nocturna sumamente tímida. Oculto en las sombras durante el día, por las noches sale a comer. Vive cerca de las charcas y ríos en casi todo el mundo, preferentemente en las zonas tropicales.
Un sapo tiene la piel gruesa, cuerpo robusto y por lo general posee verrugas; la rana, a diferencia, posee la piel tersa, es de menor tamaño y de complexión delgada, a la vez que en algunas de sus manifestaciones sus patas traseras están más desarrolladas para saltar.
El sapito glo, glo, glo…
Nadie sabe dónde vive,
nadie en la casa lo vio,
pero todos escuchamos
al sapito glo, glo, glo…
¿Vivirá en la chimenea?
¿Dónde diablos se escondió?
¿Dónde canta cuando llueve;
el sapito glo, glo, glo…?
¿Vive acaso en la azotea?
¿Se ha metido en un rincón?
¿Está debajo de la cama?
¿Vive oculto en una flor?
Nadie sabe dónde vive,
nadie en la casa lo vio,
pero todos escuchamos
cuando llueve glo, glo, glo…
José Sebastián Tallon (autor del poema anterior) nació en Barracas o en Buenos Aires durante el año de 1904, el hombre que amaba a las palabras fue pugilista en su juventud. Considerado precursor de la literatura infantil, publicó “La garganta del sapo” (1925) y “Las torres de Nüremberg” (1927). El dibujante, caricaturista, pintor y músico argentino (cuyo físico recordara al del sapo?y era cosa aceptada por él mismo?) colaborador en la revista “Claridad” (editada de 1924 a 1941), falleció el 15 de septiembre de 1954.
Otro canto en este caso una zamba es el “Sapo cancionero” autoría de Jorge Hugo Chagra en lo referente a la letra y Nicolás Toledo, creador de la línea musical. Viene al caso porque, sea ignorancia o pereza, adjudicase la canción a quien la interpreta.
Sapo de la noche, sapo cancionero
que vives soñando junto a tu laguna,
tenor de los charcos grotesco trovero
que estás embrujado de amor por la luna.
Yo sé de tu vida, sin gloria ninguna,
sé de la tragedia de tu alma inquieta
y esa tu locura de amor a la luna
que es locura de todo poeta.
Sapo cancionero, canta tu canción,
que la vida es triste
si no la vivimos con una ilusión.
Tú te sabes feo, feo y contrahecho
por eso de día tu fealdad ocultas
y de noche cantas tu melancolía
y suena tu canto como letanía.
Repican tus voces en franca porfía
tus coplas son vanas como son tan bellas,
¿No sabes acaso que la luna es fría
porque dio su sangre para las estrellas?
(Otro paréntesis a manera de cierre)
“El sapito glo, glo, glo…” era material educativo en las escuelas primarias durante la década de los cincuenta, en tanto “El sapo cancionero” himno obligado en toda buena “peña” durante la euforia folklorista de los setenta, ambas del siglo pasado.
Hoy, cegados los ríos, lagunas y charcas, sapos, ranas y otras vidas necesarias para la existencia humana, pierden su valía referencial y razón para la inspiración artística. Porque cuando la expansión humana es prioritaria, las demás formas de vida resultan prescindibles.
Por ello, el tercer sapo, el único y personal, es aquel yacente en el recuerdo de cada uno de nosotros, y ese no exige representación.
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